El gigante glotón

Autor:  María Mercedes Jiménez

 

 

Había una vez un país lejano que estaba gobernado por un gigante muy comilón. 

Vivía en una casa enorme, muy confortable, con televisores en cada habitación, teléfonos, computadoras, etc. Contaba con todo tipo de aparatos para controlar la temperatura y la humedad, de esta manera, un aire templado reinaba todos los días del año. La casa estaba rodeada de extensos jardines donde coleccionaba árboles, plantas y flores exóticas. 

Gigantón era muy comilón. El problema era que mucha gente trabajaba para proveerle de ricos manjares variados y con gustos nuevos cada día. En su país, sus habitantes trabajaban muy duro para que Gigantón tuviera todas las comodidades y no le faltara nada.

Los pobladores pensaron que debían conquistar otros países, para conseguir más comida. Debían dominar los diarios y las noticias de todo el mundo para que todos vivieran felices pensando que Gigantón era muy bueno y que los ayudaría siempre. 

Se colocaron televisores en todas las casas; los niños desde pequeños eran instruidos de una manera muy sutil a defenderse y pelear, cada uno vivía en su mundo imaginario y Gigantón sonreía feliz viendo cómo todos trabajaban para él.

Así fue que convencieron a los gobernantes de todo el mundo para que las riquezas fueran a parar al reino de Gigantón a cambio de algunas ayudas y préstamos. 

Los campesinos debían plantar porotos de soja, que, a su vez, serviría para criar ganados y elaborar muchas comidas para ese país. También plantaron pinos para fabricar papel y luego publicar diarios y libros.

La gente pensó que sembrar soja sería una fuente de riqueza. Dejaron los cultivos tradicionales como el girasol, el trigo, batatas y zapallos. Se cortaron bosques nativos. Los pájaros perdieron sus nidos, el yaguareté o los tucanes buscaron desesperados otros lugares para vivir pero era imposible. Todos habían bajado los árboles y plantaron soja y pinos. 

Gigantón había prometido buenas ganancias. Sus ayudantes pensaron mucho, porque debían construir grandes obras de infraestructura para extraer la producción de la soja y las maderas. 

Ingenieros proyectaron enderezar el curso de los ríos, dragar sus causes para que barcos de gran calado pudieran circular cargados con las cosechas. 

Otros, diseñaron camiones y caminos para viajar entre los lugares de producción.

Así fue que todos los habitantes del planeta trabajaban y producían sin darse cuenta para alimentar a ese ser de gran tamaño y vida cómoda. 

Sólo algunos grupos de pobladores veían que la cosa así no marchaba. Otros se preocupaban por los pajaritos y las ballenas, que iban desapareciendo del globo. 

El gran problema era que todos estaban muy distraídos. En sus ratos libres miraban la televisión que no les dejaba pensar y, lo que es peor, se habían desacostumbrados a resolver cuestiones en forma personal y original. Todos buscaban recetas en los diarios y los medios. Les encantaba enterarse de las intimidades de las estrellas de televisión, conocer sus debilidades y pasiones. De esta manera, pasaban horas con su mente en blanco, hechizados por ese aparato que les proveía de diversión y chismes. 


Se habían olvidado de conversar en familia, de reunirse en los bares, clubes e iglesias, habían dejado de entenderse y todos tenían sensación de soledad. Además, sentían miedo que unos fueran a atacar a los otros.

Mientras tanto, Gigantón crecía. Cada vez se volvía mas exigente. Tenía más necesidades de consumo. Sus autos eran mas poderosos y tragaban nafta que importaban de países lejanos y para ese motivo los sometían y construían enormes tubos para conducir el oro negro hasta su país. Levantaron plataformas en los mares. Los barcos, cargados de petróleo contaminaban las aguas y miles de animales se asfixiaban ante tanto derrame y descuido.

Además, el gigante veía que si querían seguir llevando una vida cómoda de lujos, se iba avecinando otro problema, en pocos años, el agua sería un elemento escaso en el planeta, por eso, intentaría penetrar en los países dueños de ese recurso.

Pero no todo le era fácil. Algunos jóvenes estaban desconformes con el orden mundial establecido, lo expresaban en sus canciones, sus poesías, publicaban diarios y revistas para hacer reflexionar y tomar conciencia. 

Los más humildes, aborígenes y campesinos eran los que se animaban a desafiarlo. 

Otros, seguían a Mahoma o a Jesús y veían que sus prédicas no tenían nada que ver con el estilo de vida impuesto por las grandes empresas. Se encontraban desorientados y no sabían cómo protestar. Los más fanáticos se inmolaban y morían sabiendo que les esperaba un paraíso más justo. Otros, oraban y pedían al creador por la iluminación. Algunos jóvenes o viejos que perdieron toda esperanza de cambio usaban drogas para embotar su mente o bebidas para distraer el alma.


Los más optimistas comprendieron que debían aprender algo de Gigantón, él había usado estrategias para organizar el mundo a sus necesidades, entonces, ese era un ejemplo a seguir, ¿por qué no trabajar para aprender a organizarse y a unir esfuerzos para encontrar caminos nuevos de vida? 


Tanta riqueza y poder habían debilitado a Gigantón. No podía atender todos los rincones de la tierra. Por más que controlara los medios, las necesidades extremas de muchos habitantes del planeta, les abría los ojos y empezaban a darse cuenta, quién era el dueño del mundo. 

En algunos casos, con cierta debilidad, ensayaban intentos de destruir al Gigante, hasta pensaron en herirlo usando aviones que lastimaran su orgullo y le demostraran que su fuerza tenía puntos flacos.

Muchos habitantes comenzaron a sentir bronca en su corazón. Habían dejado de admirarlo. En sus mentes planeaban vivir fuera de su dominio. Pero ¿serían capaces de crear otro sistema de vida sin necesidad de someter a otros países? ¡Ese era el gran desafío! Debían pensar en un reino donde todos vivieran en paz y con justicia pero, tratando que todos gozaran de las mismas condiciones donde nadie aplastara al otro. 

Se habían dado cuenta que las grandes diferencias provocaban envidias y generaban violencia sin fin. 

Ese cambio debía darse en el corazón de la gente. Para lograrlo, debían reunirse y reflexionar, buscar, preguntarse, discutir, hacerlo juntos, solos eran débiles y no lograrían nada. Además, todos necesitaban estar convencidos...

Cada uno debía buscar en sí mismo y descubrir que tenía un pedacito de la solución, debían poner esos pedazos juntos para volver a tejer un mundo más feliz. 

Deberían volver a aprender de la naturaleza, respetar la diversidad que la hacía tan apasionante y original y a ser humildes, a reconocer la necesidad de aprender...

Gigantón les había enseñado que tener tanto poder, al final los habían debilitado, vivían con miedo por colocarse encima de todos, sabían que algún día eso se terminaría porque recordaban el cuento del sapo que tanto se infló que al final reventó.