Por el atajo te caes abajo

Autor:  A. Francia-G.Sánchez

 

 

"Julio y Jana habían invitado a sus amigos, Luis y Rosa, a pasar juntos unos días de vacaciones. Un sábado por la mañana iniciarían el viaje. Ese día se reunieron en una cafetería de la Plaza Mayor para concretar algunos detalles.

Jana confirmó: «Vamos a ir a Marmoleto. Es un pueblo al pie de la montaña. Allí podremos bañamos, montar a caballo y pasear».

Rosa preguntó: «¿Cómo se llega?».

Julio indicó: «Aquí tengo el mapa, entre todos encontraremos el mejor camino».

Luis, impaciente por iniciar el viaje, sentenció: «jBah! No será complicado encontrarlo. Mejor nos vemos allí. Iremos mirando el mapa por el camino».

Julio indicó: «Está lejos. Nos encontraremos en la mitad del trayecto para comer». Mirando el mapa prosiguió: «A la entrada de Segovia, ¿ vale?».

Luis y Rosa se pusieron en marcha. Julio y Jana decidieron estudiar el mapa antes de iniciar el viaje. Julio preguntó: «¿Cuál será el mejor camino?».

Jana contestó: «En el libro recomienda ir por la carretera principal. Explica que hay diversos atajos por carreteras antiguas, pero terminan en pueblos o están cortadas».

Siguieron los consejos del libro. Sin embargo, Rosa y Luis habían decidido atajar por una carretera vecinal. Y, de pronto, Luis exclamó asustado: «¡Pero si la carretera se termina aquí!».

Rosa opinó: «Yo creo que deberíamos leer bien este mapa. Aquí hay letras pequeñas que no hemos leído».

Luis dijo: «¡Bah!, da igual. Déjame ver el mapa».

Lo examinó unos segundos y exclamó: «Mira esa carretera comarcal, seguro que conduce a Segovia».

En aquel momento Jana y Julio circulaban por la carretera principal. Un vehículo les adelantaba a gran velocidad. Jana exclamó: «¡Qué pasada! ¿Creerá que está en una carrera de Fórmula 1?». Kilómetros más adelante vieron el coche que les había adelantado parado en la cuneta y detenido por una patrulla de la policía de tráfico.

Julio se sonrió y comentó: «Pues creo que ha llegado a la meta». Jana le regañó: «No te rías de lo ajeno. A ti te puede pasar». Él contestó: «Me pasó; pero no me volverá a ocurrir».

Mientras tanto, la carretera por la que circulaban Rosa y Luis se adentraba en un bosque. De repente, sintieron una pequeña explosión en la parte trasera. Pararon y se bajaron del vehículo. Enseguida comprobaron que una rueda se había pinchado. Luis buscó sus herramientas; pero se le habían olvidado. Intentaron arreglarlo con sus manos. ¡Era imposible!

Pasaba el tiempo y cada vez se sentían más solos e impacientes. Perdieron la calma y comenzaron a discutir sobre quién tenía la culpa de sus desgracias.

En ese momento pasó por allí un coche de la Guardia Civil. Les ayudó y luego les informó de que aquel camino conducía a un parque forestal. Luis, mintiendo para quedar bien, dijo: «Gracias, ya lo sabíamos».

El guardia aconsejó: «Por favor, la próxima vez lleven sus repuestos y herramientas».

Jana y Julio, ya en Segovia, estuvieron esperando casi dos horas a que llegaran sus amigos. Estos, al llegar, se excusaron con mentiras porque les daba vergüenza reconocer sus equivocaciones. Después de comer se prepararon para la segunda etapa del viaje.

Jana dijo: «Esta vez hemos estudiado bien el camino».

Julio, señalando en el mapa, informó: «Tenemos que atravesar el río por este puente».

Rosa, mirando la indicación de su amigo, preguntó: «¿Por qué por ese puente si este está más cerca?», y señaló en el mapa el otro puente.

Julio explicó: «Nos hemos encontrado, por casualidad, con un viejecillo que nos ha dicho: "Por ese atajo te caes abajo". Palabras textuales».

Luis replicó: «¡Tonterías de viejos de pueblo!».

Julio y Jana decidieron seguir el consejo del anciano. Rosa y Luis optaron por arriesgarse por el atajo.

El puente no estaba muy seguro y se vieron metidos en un buen lío. El coche quedó colgando en el puente. Rosa cayó al agua y la corriente la arrastró hasta unos matorrales donde quedó atrapada. Luis, desesperado, buscó en el mapa un pueblo en el que pedir ayuda; pero estaban lejos de cualquiera de ellos. Atardecía.

Jana y Julio, terriblemente preocupados y recordando los planes de sus amigos, desanduvieron su camino hasta encontrarlos. Necesitaron muchas fuerzas y paciencia para rescatar a Rosa y sacar el coche del puente. Pero lo lograron.

Aquella noche llegaron muertos de cansancio a Marmoleto. Rosa y Luis, aunque Julio y Jana no les habían pedido ninguna explicación, contaron avergonzados sus andanzas imprudentes y se disculparon.

Luis concluyó: «Hemos aprendido una buena lección».

Y Rosa completó: «Mejor dicho, dos lecciones: la prudencia y que sois unos amigos estupendos».

Fuente: san-pablo.com.ar