Gran corazón (Juan XXIII)

Autor:  Padre Justo López Melús

 


El papa Roncalli era un hombre de gran corazón. De ahí brotaban esos gestos de comprensión y delicadeza que conmovían al mundo. Con esos gestos fue rompiendo moldes y durezas en sus diversos destinos, fue solucionando difíciles problemas, sobre todo en París, y Europa oriental. «Simplificar las cosas difíciles, y no complicar las sencillas», era su lema. En una ocasión, espontáneamente, se definió así: «La bondad llenó de alegría mi existencia».

Confesaba que, al ser elegido Papa, eligió el nombre de Juan, por su padre. En otra ocasión, manifestaba al obispo de Astorga, doctor Casteltort: «¡Oh, cómo recuerdo yo a mi madre! Mire, después de la elección, cuando al entrar en la basílica de San Pedro todo el mundo gritaba y aplaudía lleno de entusiasmo, yo pensaba: Acuérdate de tu madre, que era una mujer humilde y sencilla».

En medio de sus ocupaciones apostólicas, de su «solicitud por todas las iglesias», no se olvida de atender a su familia. Invita a sus cuatro hermanos a que le visiten en París, y ha de ayudarles a ponerse la corbata. Pero no acepta la sugerencia de asociarles a la corte pontificia. A su secretario, Capovilla, le dice: «Siento haberte apartado de tu madre tanto tiempo. Prométeme que, cuando todo esto haya terminado, irás a verla».

Una noche, en la plaza de San Pedro, dijo a los fieles: «Al llegar a casa acariciad a vuestros hijos y decidles que es de parte del Papa» Cuando le visitó el yerno de Kruschew, Adzjubei, con su esposa Rada, les preguntó el nombre de sus hijos. — Nikita, Aleksei e Iván—, le contestaron. «Pues dadles un abrazo de mi parte, les dijo el Papa, y en especial a Iván (Juan)».