Serenidad en la tormenta

Autor: Padre Justo López Melús

 

 

No se trata de elogiar la apazeia de los clásicos, ni la insensibilidad de los estoicos. Se trata de cultivar la serenidad y el equilibrio de los hombres maduros, la paz y el sosiego de los que ponen su confianza en el Señor, en medio de la tormenta. Ni perder la calma en la adversidad ni echar las campanas a volar en la prosperidad. A los hombres maduros se les conoce por su ecuanimidad y serenidad.

Abauzit era un sabio naturalista de Ginebra, que durante 22 años estuvo midiendo la presión del aire, anotándola cuidadosamente. La nueva criada creyó que eran unos papeles viejos y los quemó. Abauzit aguantó la tempestad, y luego dijo con sosiego: «Has quemado 22 años de trabajo. En adelante, por favor, no toques nada de este cuarto».

Después de una tremenda tragedia de la Armada Invencible, dijo serenamente Felipe II: «Yo no he enviado mi Armada a luchar contra los elementos». A los embajadores que temblaban en su presencia les decía: «¡Sosegaos!». Pues, eso.