Doble ciudadanía

Autor: Padre Justo López Melús

 

 

La ciencia es buena, aclara Gheorghiu, para explicar las cosas de la tierra y los hechos cotidianos. Pero existen cosas y hechos que superan la materia. El hombre no está hecho de la tierra. Bueno. Todos somos de la tierra. Pero no sólo de la tierra. Platón dice que el hombre es una planta celeste cuyas raíces están arriba. El hombre es incomprensible si sólo se usan medidas materiales. La vida humana desborda el marco de la materia.

Un hombre no es una cosa. No es únicamente materia. Es algo más complejo. Tiene una doble ciudadanía, en la tierra y en el cielo. Vive en el tiempo y en la eternidad. Como dice Rilke: «¿Es un ser de aquí? No. Su rica naturaleza florece en los dos reinos. El hombre no es sólo vecino de sus conciudadanos, sino también de los ángeles y de los santos. Y como tal ha de vivir».

Mis contemporáneos —los hombres de este siglo científico y materialista que no pueden vivir sin medirlo y calcularlo todo— se han esforzado en comprobar científicamente la dirección de mi vida, de mis pensamientos, de mis opiniones y de mis actos. Como se establece para cada ciudadano. Para ello han empleado, naturalmente, la brújula. Desgraciadamente la brújula sólo indica las direcciones de la tierra.

Mis contemporáneos han comprobado, brújula en mano, muy científicamente, que no me dirijo ni a la derecha o al oeste, ni a la izquierda o al este, ni hacia delante ni hacia atrás. ¿Por qué utilizan aparatos como la brújula, que no señalan más que los puntos cardinales, y nunca el cielo? Precisamente es el cielo el punto de mi dirección. Estoy invitado al cielo.