El Dios ignorado

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    Hay una vieja leyenda eslava que cuenta la historia de un monje, Demetrio, que un día recibió una orden tajante: debería encontrarse con Dios al otro lado de la montaña en la que vivía, antes de que se pusiera el sol. 

   El monje se p uso en marcha, montaña arriba, precipitadamente. 

   Pero a mitad de camino, se encontró a un herido que pedía socorro. Y el monje, casi sin detenerse, le explicó que no podía parase, que Dios le esperaba al otro lado de la cima, antes de que atardeciese. Le prometió que volvería en cuanto atendiese a Dios. Y continuó su precipitada marcha. 

   Horas más arde, cuando aún el sol brillaba en todo lo alto, Demetrio llegó a la cima de la montaña y desde allí sus ojos se pusieron a buscar a Dios.

   Pero Dios no estaba. Dios se había ido a ayudar al herido que horas antes él se cruzó pro la carretera. 

   Hay, incluso, quien dice que Dios era el mismo herido que le pidió ayuda 

José L. Martín Descalzo. 

   Siempre hay alguna montaña que nos separa del Dios que queremos encontrar, pero lo más raro es que, cuando llegamos donde creemos que nos esperaba Dios, resulta que El aguarda a la vera del camino, en la persona herida, enferma, necesitada. No le reconocimos, porque estaba escondido, disfrazado. Y este Dios necesitaba el calor humano, un pedazo de cielo, un poco de ternura y de luz. Ante los gritos de angustia del que se encuentra destrozado, Dios encuentra rechazo y desprecios. ¡Es muy difícil reconocerle! 

   En cada persona que nos rodea hay Dios escondido e ignorado, que espera a que le descubramos para revelarse tal como es El. Sólo le podremos encontrar a través de los ojos de la fe y es entonces cuando se caminará en la verdad, en el amor, en el “reino de la luz” (Jn.2.10) y de la vida.” (Jn 3,14). 

“¡Ay de aquellos

que sólo ven en el pobre una mano mendiga,

y no una dignidad indestructible que busca justicia:

que sólo ven en los numerosos niños marginados una plaga,

y no una esperanza para todos que hay que cultivar;

que sólo escuchan en los gritos de los pobres caos y peligros,

y no oyen la protesta de Dios contra los fuertes;

que sólo contemplan lo bello, sano y poderoso,

y no esperan salvación de lo más bajo y humillado…

porque no podrán contemplar la salvación

que brota en el Jesús encarnado desde abajo!”

(B.Gz.Buelta).