Un horno encendido

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    Un cristiano, por oficio herrero, pasaba por una gran prueba. Alguien que lo observaba, se le acercó y le dijo:

Yo creía que los cristianos no eran probados, pero ahora veo que no es así. ¿Ve usted estas piezas de acero? Necesito hacer con ellas unos muelles. Pero antes es necesario que el acero sea templado. Para esto lo pongo al rojo en la fragua después lo enfrío en el agua. Luego lo golpeo duramente en el yunque y si aún no ha adquirido el temple que quiero, vuelvo a repetir la misma operación. Hay veces que el acero me resulta demasiado quebradizo y no lo puedo usar. En ese caso lo lanzo al desperdicio.

Hizo una pausa para que su interlocutor confirmara lo que el herrero le decía luego continuó.

Dios nos necesita para algo en la vida. Somos como el acero y antes de que nos use El nos da el temple por medio de las pruebas. Lo penoso será que no resistamos la prueba y nos lance al desperdicio.


Miguel Limardo



Vamos hacia el encuentro definitivo con Dios; pero cada vez que El pasa por nosotros, nos va transformado a base de un proceso de muerte y resurrección. Dios dice al hombre: “Te lastimo porque te curo, te castigo porque te amo” (R.Tagore).

San Juan de la Cruz habla en el Cántico Espiritual de que somos heridos por El con una “llaga de amor”; ésta no se sanará a no ser con la presencia, la mirada y la hermosura del Amado.

Fuimos creados para amar. Para mantenernos fieles a la amistad con Dios, tendremos que purificar los egoísmos que la guían y sustentan, estando dispuesto a negarnos a nosotros mismos, a tomar la cruz (Mt.16.24), a morir como el grano de trigo (Jn.1224). Abrahán purificado por muchas tribulaciones, llegó a ser amigo de Dios” (Jdt.8.22).

La persona está radicalmente orientada a Dios. Dios y el hombre están hechos el uno para el otro, ya que “el centro del hombre es Dios” y “donde no se sabe a Dios no se sabe a nada” (Cántico Espiritual, 26.13).

Para llegar a ser transformados por El, ser vestidos de su hermosura y bañados de divinidad, es necesario que seamos golpeados en el yunque de la vida y metidos en el horno encendido del amor del gran Herrero: Dios.

“Y todo el que tiene en El esta esperanza, se purifica, como puro es El” (1Jn.3.3).