¿Es pesada la cruz?

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    Al clausurar una representación de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, en el pequeño pueblo de Ober-Ammergau, en Alemania, algunos turistas solicitaron permiso para inspeccionar es escenario.

El director accedió a la súplica con muchísimo gusto. Tuvieron la suerte de encontrase allí con el célebre actor Antón Lang quien por tantos años y con destreza única ha venido desempeñando el papel de Jesucristo en la escena.

Una de las turistas, untando ingenua, le pidió permiso al gran actor para que le permitiera sacar una foto de su esposo cargando la misma cruz en la que él representaba su papel. Este se lo concedió, pero cuando el hombre trató de levantar la cruz no pudo. Su peso era demasiado para él.

Sorprendido nuestro hombre le preguntó a Antón Lang por qué usaba una cruz tan pesada. Esta fue la respuesta del actor: “Si yo no sintiera de veras el peso de la cruz, no podría desempeñar con acierto el papel que me corresponde.”


Miguel Limardo



Cualquier cruz nos resulta pesada. Por más que la cojamos cada día y por más representaciones que tengamos, jamás nos acostumbramos a ella. Aunque la adornemos, la recortemos o la simulemos, la cruz sigue siendo latosa, poco atractiva y a veces insoportable. Con razón muchos la aborrecen y casi todos huimos de ella, “como del mismo diablo”.

La cruz a Goethe le repugnaba sobremanera. El Kempis nos habla de “Que son muy poquitos los que quieren llevar su cruz”. “Existe un solo cristiano: Cristo Jesús. Todos los demás, no somos más que cristianos en gestación” (Kierkegaard).

A Jesús le pesó la cruz, pero la eligió libremente. Hay muchos cristianos que no se han abrazado a ella, aunque toda su vida parece estuvo marcada con este signo.

Edith Stein, joven carmelita y famosa investigadora alemana, murió en la cámara de gas. Escogió sufrir con su pueblo por amor a la cruz de Cristo, pero a esta elección no llegó en un día, sino a través del entrenamiento diario.

Un día se encontró con la viuda de un compañero suyo que había muerto en el campo de batalla. Se sorprendió al ver la fortaleza y esperanza que rebosaba. La fe la ayudaba a soportar la pena y la prueba, brillando el misterio de la Cruz.

“Este fue mi primer encuentro con la cruz- escribió.- Entonces vi palpablemente ante mí su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que mi incredulidad se desplomó, y Cristo irradió en el misterio de la cruz”.

El amor aligera el peso de la cruz y hace la carga más liviana y llevadera, aunque la cruz siga siendo tosca y poco atractiva. Así le sucedió a Jesús, a Pablo, a Edith Stein y a todos aquellos que descubrieron la sabiduría, la riqueza y la salvación del santo madero redentor. Dice el viejo refrán: “Harto le cuesta al almendro el hacer primavera del invierno”.