El preso y la flor

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    El preso nº 87 contemplaba los alrededores de la cárcel.

Sus ojos se fijaron en un brote que nacía junto a la pared, debajo de su ventana…

Ya tengo compañía…La regaré todos los días. Me servirá de distracción.

Pasaban los días y la planta crecía. Al mes justo, empezó a echar los primeros brotes…Más tarde floreció. El preso nº 87 se sentía mejor. Empezó a darse cuenta que no había muerto en él la esperanza.

La emoción y la alegría inundaron su celda cuando la flor alcanzó su ventana. Pasó horas contemplándola de cerca, acariciándola con mimo, conversando…Así pasó una semana feliz y contento, extasiado con su compañía.

Pero un día, le nació la duda y la preocupación…

Si la riego, seguirá creciendo y se marchará de mi ventana….

Si no la riego, se me morirá.

Si la meto en mi celda, la verá el carcelero y la cortará…

Preocupado se movía de un lado para otro y gritaba los insultos aprendidos….

¡Esto es un asco! ¡Yo siempre tengo mala suerte! ¡Estoy desesperado!

De pronto oyó un ruido. Apresuró el paso a la ventana y se agarró con ansia a los barrotes. Alguien estaba regando su flor.

Por la dirección del agua se dio cuenta que era el preso que vivía en la celda de arriba…

Sintió alivio a su preocupación, al miso tiempo que le nacía por dentro una alegría nueva.

Alguien necesitaba una flor…Yo ya he sido feliz una temporada.

La liberó de los barrotes de su ventana y la animó a seguir subiendo.


Anónimo


La cárcel, los barrotes, son un símbolo, pero también existen en la realidad. Hay cárceles camufladas y las hay de verdad. Hay cárceles inmóviles y las hay ambulantes. Las cárceles son construidas por todos a base del rechazo, orgullo, avaricia, egoísmo, robo, asesinato…En cualquier cárcel, bien sea de gruesos barrotes o de sutiles y delicados hilos, abunda el odio, la venganza y hasta la muerte.

Cuando se está en la cárcel. “sólo hay dos posibilidades de sobrevivir: o haces un espacio en tu corazón al odio, que se convierta en tu fuerza; o abres tu corazón al amor, incluyendo a tu torturador” (A.Pérez Esquivel).

La flor es un símbolo, pero también existe en la realidad.

Una simple flor hace feliz a la gente, dice millonadas de cosas a los enamorados y a los enfermos les consuela en el dolor. La flor habla, cuestiona, responde.

Una flor le habló a un preso y le dijo que no estaba solo, que si la regaba, ella le prestaría a cambio un nuevo sentido a su vida. Los dos se mirarían, se contemplarían y se comprenderían. Y el trato fue hecho. Pasaron los días y los dos fueron creciendo, floreciendo. Los dos vivían felices y contentos acariciándose, besándose o simplemente mirándose. Y los dos crecieron tanto, que fueron capaces de no atarse, de ser libres, de seguir ayudando a los otros.

Cuando el preso se dio cuenta de que no sólo había regado él la flor, de que existía otro preso más arriba, que también podría disfrutar, hablar y contemplar todo lo que el había recibido de ella. “abrió su corazón al amor” y floreció.