El mundo está ardiendo

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    No hace mucho vi una casa que ardía, su techo era pasto de llamas. Al acercarme advertí que había gente en su interior.

Fui a la puerta y les grité con todas mis fuerzas que la casa estaba ardiendo: ¡Tenían que salir si querían salvarse!

Pero aquella gente parecía no tener prisa. Uno preguntó, mientras el fuego chamuscaba ya sus ropas, qué tiempo hacía fuera, si hacía sol o estaba nublado…y otras cosas parecidas y sorprendentes.

Sin responder, me volví y los dejé solos Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le quema los pies bata el punto de querer cambiar de sitio, no tengo nada que decirle.


Buda B. Brecht



En este mundo de los medios de comunicación, estamos cansados de los palabreros y refraneros. Necesitamos testigos que crean lo que anuncian y que vivan lo que creen. A través del testimonio vivo de Cristo podemos llegar mejor a los demás.

Cristo sigue acercándose a la Iglesia para que esta se encargue de evangelizar al mundo. Muchos de los cristianos parecen no tener prisa y no escuchan las voces ni de Cristo ni del mundo. Se entretienen en teorizar, en hacer muchas preguntas.

En la Iglesia vive Jesús, Evangelio y Palabra de Dios, el mismo de ayer, de hoy y de siempre. El dijo a sus discípulos: “vayan por todo el mundo y anuncien a todos el mensaje de salvación” (Mc. 16.16). El mandato de Jesús sigue presente y urge llevarlo a todos los rincones y encarnarlo en cada cultura, pues “el mundo está ardiendo”. Hay que salir a él, auque esté nublado.

La vocación fundamental del cristiano es dar testimonio y anunciar la Buena Nueva. Evangelizar es dar testimonio de una forma sencilla. “El testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva” (Evangelii Nuntiandi, 21).

El que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez. “Ve y comunica lo que el Señor ha hecho contigo” (Lc 8.39). Así los apóstoles decían: “No podemos nosotros dejar de comunicar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4.20).

“A quien le queman los pies” y ha dado su vida en el anuncio del Evangelio, al final de sus día morirá feliz al poderlo hacer como Santa Teresa, dentro de la Iglesia.

La Santa de Ávila, ante los problemas de la Iglesia de su tiempo, hizo con gran fortaleza de ánimo lo poquito que estaba a su alcance. A ninguna persona se le pide lo imposible, pero sí se le exige a un buen cristiano que no se pierda en preguntas inútiles y sin sentido, cuando el mundo está ardiendo.