Atajo estrecho

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

  Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno, que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie lo recorría.

Todos, menos uno, eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su destino. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y conversar, y se quedaron ahí indefinidamente.

El que subió sólo, por el atajo, pasó toda suerte de penurias, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó.


Segundo Galilea




Somos ciudadanos del cielo. Para llegar allí, a la cima si queremos conseguirlo rápidamente, tenemos que escoger “el atajo” el camino que nos lleva directo, el mismo que eligió Jesús.

Imitar a Cristo en este caminar, es seguir sus pasos y consiste en una renuncia a todo, ya que el mismo Maestro, ni en la vida ni en la muerte tuvo donde reclinar la cabeza. Quien elige esta senda que conduce ala vida eterna, debe abandonar las otras.

Este camino es arduo y costoso. Quien desea ir por él necesita mucho coraje, decisión, firmeza, constancia, buenos pies y mucho ánimo. San Juan de la Cruz nos dice que “hay muchos que desean pasar adelante y con gran continuación piden a Dios los traiga y pase a este estado de perfección, y cuando Dios les quiere comenzar a llevar por los primeros trabajos y mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por ellas y hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida, buscando el anche de su consuelo, que es el de la perdición” (Llama de Amor viva 2.27).

A quien elige seguir los pasos de Jesús, Dios no le deja solo. El siempre va delante abriendo senderos. El lo hace todo. Pero no nos paraliza, al contrario, nos exige espíritu de lucha y que aceptemos los riesgos que se presenten. (Ex. 3.7-11). Con esta actitud de abandono, el ser humano experimentará que, al mismo tiempo que va dejando, desnudándose de todo lo relativo, va quedando sólo Dios, el libertador de toda clase de opresión.


“La única libertad que merece este nombre, es la de buscar nuestro bien por nuestro propio camino”. (Stuart Mill).