Ligeros de peso

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

  Unos escaladores se propusieron subir una montaña difícil y de largo ascenso. Algunos llevaban mucho equipaje, con toda clase de ropa y diversidad de alimentos envasados. En un cierto punto, el exceso de equipaje los agotó y no pudieron seguir.

Otros llevaban grabaciones musicales, naipes y licores, para relajarse y pasar un buen momento en los lugares de descanso. Pero cada vez que se detenían para ello, lo hacían por un tiempo excesivo y les costaba continuar, seducidos por el licor y la diversión. Hasta que, por fin, se quedaron a la mitad del camino en un lugar cómodo y entretenido, pues habían perdido interés en continuar.

Otros, en cambio, llevaron lo estrictamente necesario, iban muy ligeros de equipaje y éste no les cansaba. Tampoco tenían la tentación de detenerse sin motivo o por demasiado tiempo. Ellos fueron los únicos que llegaron a la cumbre, porque eran los más libres de todos.

Los escaladores de la ardua y alta montaña sabían que tenían que ascender libres de equipaje y de comodidades. Sabían que, cuanto más subían, más tenían que aligerarse de lo que les iba sobrando y que tenían que concentrarse sólo en llegar a la cima, donde se liberarían de todos sus enseres. Pero algunos de ellos, al pasar por mesetas muy hermosas y a bastante altura, decidían quedarse ahí y no seguir, pues el lugar los atraía y gratificaba sus esfuerzos.

Segundo Galilea




El cristiano tiene los ojos puestos en la cima, en el cielo; pero antes debe caminar, ascender, subir. Y para subir sólo tiene un mandato: caminar a paso ligero y con poco equipaje, ya que éste impide andar y correr.

Varias tentaciones saldrán en esta larga andadura, como el detenerse con los pasatiempos que ofrece el dinero, el poder, el consumo, el placer, la vanidad, el éxito…

Jesús fue tentado, también, en el desierto (Mt 4.5-10), para que sacase partido de sí mismo, de su prestigio y de su poder. Sin embargo, prefirió seguir la voluntad del Padre y hacerse solidario con los demás. De ahí:


a) Su disponibilidad absoluta en todo:
Cargó con los sufrimientos de los otros (Mt 8.17);
Se preocupó de los despreciados de la sociedad (Mt.8.2),
Acogió a los pecadores (Mt 9.10-3).
Rechazó el ser consumista (Lc 6.25), superficial (Mt.13.26).

b) Su elección de lo débil frente a lo fuerte:
Prefirió la humildad al poder (Mt, 11.25),
Servir a ser servido (Mt. 20.24-27).
La sencillez al prestigio (Mt. 10.16).

El cristiano está llamado a seguir a este Cristo libre que escogió la Cruz y la muerte, pero al que Dios resucitó y dio vida para siempre.

“Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser” (Ortega).