Todo alcanza

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

  “La paciencia es bien amarga, decía Rousseau, pero su fruto es muy dulce” Joseph Addison, poeta y ensayista inglés, relató un sueño que tuvo relacionado con un personaje de la mitología griega. En su sueño escuchó a Júpiter proclamar que todos los mortales deberían traer sus penas y calamidades y amontonarlas en una inmensa llanura. Toda la humanidad se encaminó en una fila larga e interminable. Cada hombre depositó su carga, real o imaginable. Se hizo una montaña que llegaba a los cielos. Luego Júpiter les dio libertad a todos para intercambiar sus penas y retornar a la vida de antes. Entonces se formó una gran confusión porque cada hombre tenía interés en llevar una carga que fuese más liviana. Pero ninguno lo consiguió. Apareció el hada de la paciencia. Posó sus manos sobre las cargas de cada hombre y empezaron a sentir un gran alivio. Se les hacían más llevaderas. Así se fueron por el mundo, satisfechos cada uno con su carga. Eran las mismas, pero la paciencia las había aliviado.

Miguel Limardo


No son las cuestiones filosóficas y los interrogantes que presenta el más allá los que pensionan a nuestra masa human. No. Son más bien los problemas de cada día los que desgastan los nervios y acaban con la paciencia y la poca esperanza que quedaba.

Cada persona está interesada en llevar una carga más liviana, sin conseguirlo, pues más bien va aumentando y disminuyendo las fuerzas. ¿Cómo aliviar las penas, el peso que se arrastra?

La solución parece mágica por lo sencilla que es. “Basta poner los ojos en dios, no en lo que se lleva, ya que no da Dios más de lo que se puede sufrir, y da su Majestad primero la paciencia”.(Santa Teresa, Moradas Sextas 1.6). Dios da la paciencia como regalo, y ésta todo lo alcanza, pero cuando se tiene a Dios como única esperanza, ya que el puede colmar todas las aspiraciones del ser humano.

Nade te turbe
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta
Sólo Dios basta.

(Santa Teresa de Jesús, Poesía)