Destino

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El árbol generoso se eleva al costado de la senda.
Los viajantes pasan exhaustos buscando los frutos.
Y , en el desvarío de sus necesidades, le tiran piedras.
Quiebran sus ramas.
Sacan sus Hojas.
Sofocan las flores.
Arruinan los brotes tiernos.
Hieren el Tronco.
Más, el árbol, sin queja ni revuelta, da, a todos los que lo maltratan, los frutos sustanciosos de su propia vida.
Este es su destino.

También en la senda de la existencia donde usted vive, transitan los viajeros de la evolución presentando múltiples exigencias por las que ruegan auxilio.
Y, en la locura de sus caprichos, tiran las piedras de ingratitud.
Manchan su nombre con las varas de la injuria.
Sacuden el corazón con los golpes de la violencia.
Quiebran afecciones preciosas, usando la calumnia.
Talan los servicios con su incomprensión.
Opacan las esperanzas con las varas de la crítica.
Hieren los ideales con la lámina de la ironía.
A todos, igualmente, sonriendo fraternalmente, aprenda como el árbol generoso a dar los frutos del propio esfuerzo, sin revuelta y sin queja.

No abandone ese que es su destino.
Cuando estuvo humanizado entre nosotros, con un amor no común, ese fue el destino de Jesús, nuestro Maestro.