Vendida para prostituirse, ahora es monja católica

Autor: José R. Navarro Pareja

 

 

Unas religiosas españolas 
rescatan de la prostitución 
a más de 2.000 jóvenes tailandesas


Lek acababa de cumplir catorce años 
cuando llegaron a su casa 
las «señoras pescadoras» de Bangkok. 

Hablaron con su padre y llegaron a un acuerdo: 
le darían mil dólares para que Lek les acompañase
hasta la capital donde le enseñarían un oficio. 

Era un buen pacto para una familia que vive 
en una de las zonas más pobres de Tailandia. 

Pero cuando llegó a Bangkok se dio cuenta 
de que no existía ese trabajo. 

Sola en una ciudad de 8 millones de habitantes, 
sin conocer el idioma, pues hablaba un dialecto, 
y con su familia a miles de kilómetros, 
Lek era obligada a prostituirse.

Pero Lek no se resignó a su destino. 

Su hermana, que se encontraba 
en el centro de formación profesional católico «Baan Marina», 
dirigido por las Misioneras 
del Sagrado Corazón de Jesús y María,
se convirtió en su única posibilidad de salvación. 

No sin dificultades, se puso en contacto con ella, 
quien contó a las hermanas su situación.


La única manera de salir de la prostitución
pasaba por devolver la cantidad 
que habían dado por ella a su familia, 
más los gastos que había ocasionado 
por el alquiler de la habitación donde dormía
y otras cantidades en concepto de manutención.

Una «deuda» imposible de satisfacer 
con su escaso «salario» como prostituta.


Las Misioneras lograron pagar esa cantidad 
y consiguieron la libertad para Lek, 
que ingresó en la casa de «Baan Marina», donde, ahora sí,
podría aprender un oficio, en este caso de modista. 

Con ella hicieron una pequeña excepción, 
pues todavía no había cumplido los quince años 
que las hermanas piden para el resto de la chicas.



Descubrir la vocación 


Los seis años que Lek pasó en el centro
le sirvieron para aprender corte y confección,
pero también recibió una formación integral en otros aspectos
como los derechos humanos, 
la autoestima o los primeros auxilios. 

Pero lo que más cambió su vida fue el conocer una fe distinta 
a la budista que ella profesaba. 

Una fe en Cristo, que había movido a las hermanas 
a ayudarla a ella y a otras muchas chicas.

Le llamó la atención el trabajo y la dedicación 
de las Misioneras y decidió bautizarse. 

Durante un tiempo colaboró con las hermanas 
como profesora y también como catequista de otras chicas 
que se convertían al catolicismo. 

Pero su inquietud fue más lejos,
y le llevó a conocer diferentes órdenes religiosas católicas 
hasta que encontró la que más encajaba con su carisma.

Hoy, veinte años después 
de aquella experiencia de infierno en Bangkok, 
es feliz en esta orden, que las Misioneras no han querido revelar
para preservar su intimidad. 

No guarda rencor a su familia, 
sabe que, como ella, fueron engañados.

Reza por ellos. 

El caso de Lek es uno de los más llamativos
porque reúne una buena parte de los problemas 
que en estos momentos sufren las mujeres tailandesas. 

A la lacra de la prostitución, 
que afecta a más de 50.000 niñas menores de 15 años, 
se suma el fantasma del sida, 
la principal causa de mortalidad en el país, 
y el consumo y tráfico de drogas.


La labor de «Baan Marina» 


La promoción de las jóvenes más desfavorecidas 
que evite historias como la de Lek, 
llevó hace treinta y ocho años a la creación del hogar 
«Baan Marina» (casa de María) en la ciudad de Chiang Mai, 
al norte de Tailandia. 

Más de dos mil jóvenes, 
provenientes de ambientes rurales y pobres, 
han obtenido formación y empleo como modistas 
gracias a la labor de las Misioneras 
de Sagrado Corazón de Jesús y María que regentan este centro.

«Estamos realizando una verdadera promoción integral 
y de evangelización de todas estas jóvenes 
que pertenecen a distintas creencias religiosas», 
ha comentado una de las religiosas.