Una cita con Dios

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La verdad es que me voy convenciendo que son pocas las veces que acierto a la primera. 
Este caminante por la vida, que soy yo, tenía una cita con Dios. 

Así como suena. Me arreglé, bajé las escaleras corriendo y me lancé por la acera apresuradamente. 

Apenas había caminado unos doscientos pasos sorteando a la gente vi a un hombre caído en el suelo que pedía ayuda... 

Pensé: "yo le ayudaría, pero si me detengo no llego a tiempo a la cita con Dios. ¡Y mira que hacer esperar a Dios...¡ Y seguí deprisa. 

La gente me miraba: "¿Dónde irá este loco?". Y yo contestaba en mi interior, si supierais que tengo una cita con Dios...". 

Cuando llegué al lugar donde Dios me había citado, estiré el cuello de la camisa, atusé el cabello, y ¡qué sorpresa¡, al lado del timbre que me disponía a pulsar, había un papelito con una nota que decía: 

- "Es inútil que llames. Estoy ausente. He ido con urgencia a auxiliar a un hombre tirado en la acera a quien nadie hace caso". 

Se me cayó el alma a los pies. Es que no doy una. 

A estas alturas y no me había dado cuenta que la cita más urgente que tenemos con Dios es aquella donde el amor nos reclama. 

Él está allí.