El gran concierto

Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.

 

 

Guitarras, bombos, violines, acordeones, charangos, quenas, flautas... ¡Cuántos sones y ritmos de músicas y bailes a lo largo y a lo ancho de toda nuestra patria!
¡Cómo le gusta a la gente cantar y bailar!
Si como parece, es verdad que la música es lo único que se escapó del paraíso, hoy anda dispersa y disgregada buscándose a sí misma para un concierto hermoso, definitivo y sin término que solo podremos gozar en el cielo. El cielo es música y baile.
Este gusto universal por la música -que sentimos en todo el cuerpo y no solo en los oídos-, es un gancho que nos quedó del paraíso y que nos llama y estremece el alma aunque sea con notas y sones fragmentados y desperdigados; y es como un gran ensayo, todavía por separado, de un extraordinario concierto de alabanza al que es tres veces santo.
Ya lo ensayaron los ángeles en Belén, y lo gozaron los discípulos con la resurrección de Jesús, cuando escucharon sus palabras de amistad, fraternidad, paz. 
Lo ensayamos en la misa, discordes todavía, cuando cantamos el ‘Santo, santo, santo’ justo en el umbral de lo más sagrado de la misa, por la alegría y el gozo porque Jesús viene a nosotros en la Eucaristía. El mismo Jesús viene a dirigir el ensayo para el día final en el que todos juntos, hasta los desorejados, entonemos la exultación del gozo en un Gloria y un santo interminable y único, por el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el mal.
¿Sabes qué? Es la música del Amor. Amor es unidad, armonía y música. ‘Amense entre ustedes’ dice Jesús.


Fuente: Reflexiones 21, Misión Jesuita Multimedia - Compañía de Jesús - Argentina