Donó sus ojos 

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Hace algunos años, José Salter estaba aguardando la muerte en la silla eléctrica en una cárcel de su pueblo. Había ofrecido sus ojos generosamente a un joven universitario ciego, diciendo: “Mis ojos no me van a hacer ningún bien; lo menos que puedo hacer es hacer el bien a alguien”.
El estudiante fue Alfredo Jonson, quien se encontraba a unos 400 Kms. de la prisión. Al oír la buena noticia exclamó: “Me alegro que soy cristiano y sé rezar. Ahora tengo más esperanza y fortaleza que nunca. Esto es algo maravilloso para mí”.
La operación del transplante de los ojos se llevó a cabo justo antes de la ejecución, dejando a Salter caminar el último kilómetro de su vida como un hombre ciego.