Diálogo en el coliseo

Autor: Francisco de Paula Cardona Lira 

Fuente: Catholic.net 

 

 

El Coliseo de la ciudad de Roma, antiguo circo romano, donde miles de cristianos fueron asesinados hace ya más de mil ochocientos años, fue el escenario donde dos personajes se entrevistaron en 1945, dos días antes que el Ejército Aliado libe-rara a la ciudad de Roma del yugo nazi.

Uno de ellos, el comandante nazi Herbert von Krammer, dirigente del ejército Alemán en Roma. Despiadado asesino que convirtió a esta ciudad en un auténtico campo de concentración. Encabezó la deportación de miles de judíos italianos a los hornos de Auschwitz. Persiguió a los soldados refugiados en la misma ciudad.

Asesinó a todos los que le parecieron enemigos del régimen nazi. Destrozó familias. Humilló a miles de italianos… Un auténtico tirano insensible.

El otro, era un Monseñor católico, llamado Vincent O’Flagherty, sacerdote irlandés encargado de una de las oficinas de la Curia Romana. Cabeza de una organización que refugiaba a los soldados aliados que se encontraban en Roma.

Por esas fechas, más de dos mil soldados eran escondidos, alimentados y curados por la organización encabezada por dicho monseñor.

La relación entre ambos había sido terrible. El único obstáculo que Von Krammer tenía en Roma era la organización clandestina de Mons. O’Flagherty. El mismo Hitler le había ordenado que destruyera la red de refugiados, costara lo que costara. Monseñor nunca se dejó descubrir.

Cada día más y más refugiados eran cuidados por él. El odio nació brutalmente en el corazón del comandante alemán en contra del sacerdote, pues era imposible dar con su organización.

Dos días antes de la retirada de los alemanes de Roma, el comandante al ver que era imposible para él y su familia escapar, mandó llamar a Mons. O’Flagherty al Coliseo. La conversación de ambos fue desgarradora:

V.K. ¡Sacerdote! He estudiado mucho tu doctrina. En ella se dice que tú tienes que ayudar a cualquier persona, pues dice que todos los hombres son hijos de Dios. Dice que no hay nadie que pueda ser odiado por un cristiano, pues tu Dios se identifica con cada persona. ¿No es verdad esto, sacerdote?.

O’F. ¡Para eso me has mandado llamar! ¡Para predicarme lo que mi religión dice!
¡Por favor, comandante! ¡Basta de simplicidades! ¡Yo no escucho tus palabras! ¡Adiós!.

V.K. ¡Sacerdote, por favor! ¡Escúchame! Sólo te quiero pedir un favor. Un favor que no es para mí. Es para mi esposa y mi hijo.

O’F. ¡Basta, comandante! ¡Ni una palabra quiero escuchar de ti! ¡Tú convertiste a Roma en un auténtico campo de concentración! ¡Mataste como te dio la gana! ¡Heriste a mis amigos! ¡Destruiste a sus familias! ¡Y ahora quieres que yo te haga un favor! ¡Basta! ¡No escucharé ni una palabra más de ti! ¡Asesino!.

V.K. ¡Por favor, sacerdote! Ya te dije. No es para mí. Es para mi esposa y mi hijo. Sácalos de Roma. Pide a tus amigos que los lleven sanos y salvos a Suiza. Para mí no te pido nada. Es demasiado tarde. El ejército aliado llegará en cualquier momento. Yo me tendré que quedar. Sé que me harán prisionero y me juzgaran. ¡No! ¡No! ¡No te pido nada para mí!. ¡Es para ella y mi pobre Hans!.

Mons. O’Flagherty se dio media vuelta y se retiró. Von Krammer con lágrimas en los ojos, con voz quebrada empezó a decir:

V.K. ¡Ya decía yo! Todos son iguales. Predican una cosa y hacen otra. Yo no creo en su Dios. Él tampoco cree en Él. Si creyera me ayudaría. Pero no. No cree. ¡Eres un mentiroso, sacerdote! ¡¡Eres un mentiroso!! ¿Me oyes? ¿Me oyes? ¡¡¡¡Sacerdote!!!!! ¡¡¡¡¡¡SACERDOTE!!!!!…
Varios días después, el ejército aliado interrogaba a Von Krammer en la prisión
de Regina Coeli.

Soldado: Sabemos que usted es cabeza de una organización secreta. ¿Nos podría
decir cómo operan?

V.K. ¡¿Qué?!

Soldado: No finja comandante. Sabemos que tiene una red oculta de comunicación y relaciones. Sabemos que su esposa Christen y su hijo Hans cruzaron el día de ayer la frontera Suiza. Díganos cómo opera su organización.

V.K. ¡¡¡¿¿¿…???!!!


En efecto, Mons. O’Flagherty había salvado a la esposa y al hijo del asesino de Roma…

Más su labor no terminó ahí. La única visita que tuvo en la cárcel Von Krammer fue la de Mons. O’Flagherty. Durante varios años, el primer viernes de mes lo iba a visitar. Von Krammer fue bautizado por manos de monseñor, algunos años después. Al poco tiempo, Herbert Von Krammer desapareció de la cárcel de Regina Coeli. 

Nadie sabe como pudo cruzar la frontera Suiza....