Lluvia para todos

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Durante las inundaciones que sufrió Inglaterra, en enero de 1936, recibió Bernard Shaw la noticia de 

que el jardín de su finca de recreo había quedado completamente destrozado.
–– “¿Y el de Eduard Larsen?” –preguntó, refiriéndose al de un vecino impertinente que le amargaba la 
vida durante su estancia en el campo–. 
–– “El de Larsen también”. 
–– “Menos mal, dijo, dando un suspiro de alivio. ¡No hay mal que no nos beneficie en algo!”.