Es difícil renunciar a ti mismo.
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Comienza
acercándote a los demás
con el corazón en la mano,
y con una gran disponibilidad para
el servicio.
Aproxímate
a tus semejantes convencido de que puedes dar y recibir más
de lo que te imaginas,
y de quien menos
lo esperas.
Renunciar a ti mismo
es saber aprender
de la sonrisa del niño,
de la experiencia
del anciano...
La renuncia a ti mismo empieza con la apertura
a tus hermanos.