Se lo conocí en el rostro
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Un día, Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos, iba recorriendo el país a caballo con un
grupo de compañeros. Al llegar a un río que se había salido de su cauce, a causa de las grandes
lluvias, un extraño se puso a contemplarlo y preguntó al presidente si podría cruzar con él.
Cuando se bajó, uno de los viajeros le preguntó: Dígame, ¿por qué eligió al presidente para pedirle
este favor? El hombre, impactado, respondió: “Porque en su rostro vi escrito un sí”.