Tres nueces para dos

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Abraham Lincoln iba caminando a lo largo de una calle, en Springfield, con dos de sus hijos jóvenes, ambos llorando.
–– “Señor Lincoln –preguntóle un transeúnte–, ¿qué les pasa a los muchachos?”.
–– “Lo mismo que pasa con el resto del mundo –replicó Lincoln–. Que tengo tres nueces, pero cada uno quiere dos”.