A trescientos kilómetros, sin piernas

Autor: Álvaro Correa 

Fuente: Sí para Jóvenes 

 

 

El derrape sobre la pista de Lausitzring, Alemania, fue fatal. El coche de carreras que venía detrás lo golpeó de lleno a trescientos treinta kilómetros por hora. El fortísimo impacto partió su bólido en dos. Se temió lo peor para el joven piloto de Fórmula Cart, Alex Zanardi. De inmediato fue trasladado al hospital. Su vida pendía de los hilos delicados de una cirugía. Pocas horas después, se sabría que el cielo le había sonreído: no moriría, podría seguir viviendo; pero a cambio, debía satisfacer a la velocidad con el precio alto de sus dos piernas. Era el 15 de septiembre de 2001.

DE NUEVO NOTICIA

 

Han pasado casi dos años y Alex ha sido noticia de nuevo. Ha regresado a la pista. Vestido de piloto, se ha enfilado en el coche de carreras y volado sobre el circuito a trescientos kilómetros por hora. Se le veía feliz. No lo hacía por revancha al destino; por sus venas no corría la amargura de una tragedia. Alex sonreía. Al salir del coche, apoyándose sobre sus prótesis, comentó que tal vez podría reemprender su profesión de corredor, pero que no lo haría porque debía volver a casa donde lo esperaban su esposa Daniela y su hijo Nicolo: su tesoro.

Si a este momento te preguntas dónde está la grandeza de Zanardi, he aquí la respuesta: lo que se admira de este piloto es el amor tan limpio y fuerte a su familia. Y no te imagines que tiene una familia de película, de hecho, él suele decir: “La mía es una familia normal; nuestra relación es estrecha. Así ha sido algo natural estar juntos después del accidente”. 


Sí, lo sé, te puede sonar a telenovela, pero si le quitas las lágrimas, las sonrisas y la carga emocional y te quedas con la información de peso, este hecho nos confirma que una familia que vive en el amor permanece unida en todos los momentos de dolor. 


UNA LECCIÓN DE AMOR


Alex supo salir adelante y nos da una lección de esposo enamorado y de padre de familia afectuoso. Imagínate nada más ¿qué habrán sentido Daniela y Nicolo al ver saltar en mil pedazos el coche de Alex? 
Seguro tú también te imaginaste la respuesta con escalofrío y no puedes sino reconocer que el fruto de un amor puesto a prueba y salido victorioso es como sacarte el premio mayor. 

Ni tú ni yo podemos negar que Daniela sufrió mucho en el momento del accidente; seguramente ella acompañó a Alex en su convalecencia con la entereza y la ternura de una esposa cabal. ¿Y qué decir de su pequeño Nicolo? Ponte en su lugar…

Si algo puedes aprender de su experiencia es la increíble capacidad que tenemos como hombres para amar y para sufrir. Es impresionante cómo la vida se va encargando de avivar nuestra existencia poniéndonos las pruebas más duras en el cruce menos inesperado; por fortuna, contamos con un recurso inagotable que nos mantiene vivos pese a todo: el amor. 

Si has estado en una situación difícil como Alex y has logrado salir adelante pese a todo, no me dejarás mentir, basta con que no dejes que el egoísmo, la desesperación, el desaliento o la angustia ahoguen tu existencia para reconocer lo bella que es la vida. 

La moraleja detrás de la dura experiencia de Alex parece ser muy clara: por muy amarga que sea tu enfermedad, por muy dolorosa que sea tu tristeza; alguien te ama. Y como dice el dicho: El hombre que sufre nunca está solo.


¡JAMÁS TE DEJES VENCER!


El impacto feroz en la pista de carreras arrebató a Alex sus piernas, pero dejó intacto su amor de esposo y padre. Alex es feliz porque ama y es amado. 

Tu cuerpo, como el de Alex es frágil como una escama de cristal. Hay enfermedades o accidentes que te pueden dejar paralizado, ciego, mudo, sin memoria, sordo... Sin embargo, hoy Alex te ha confiado su secreto: ¡Jamás te dejes vencer! 

La belleza de tu vida –por muy a choro que te suene- no depende de tus piernas, de tu lengua, de tus ojos, de tu tacto... Depende del amor y ese amor, estará presente en tu vida cuando más lo necesites. 

Con un humor muy fino Alex se refirió a sí mismo al final del evento: es inútil soñar en poder esquiar. Pero hoy tú eres testigo de cómo con la ayuda de sus prótesis ha podido volver a volar sobre las pistas. 

Nadie le dio un trofeo en su última carrera, pero en definitiva, salió como campeón de sí mismo. Alex se ha valorado, ha amado a su familia, ha coronado su fe en Dios… En resumen, ha sido el único piloto sin piernas que ha vuelto a desafiar la velocidad.