Carta a un amigo

Autor: Miguel Ángel Cornejo

 

Querido amigo: Te escribo porque en mi conciencia algunas cosas que quiero decirte y que solamente tú puedes comprender. Aunque es doloroso confesar mi verdad, ha llegado el momento de confiártela... ¡No había tenido tiempo para hacerlo antes!


Amigo no tuve tiempo para escucharte, mucho menos para merecer tu amista, pero la verdad es que siempre pensé que contigo no podía hacer negocios, que tus pláticas me hacían perder el tiempo sin sentido. Se que me buscaste más de una vez, que me necesitaste, que querías que te escuchara y esperabas mi comprensión y mi consuelo, pero la verdad es que siempre dedique mi tiempo a lo que me dejaba dinero o a lo que me daba prestigio.
Ahora entiendo que importante es tener amigos en la virtud y no solamente en la utilidad. Ahora comprendo que la amistad es un solo corazón que late en dos cuerpos y que es una expresión sublime de años. Te confieso... me siento solo, ahora entiendo que únicamente lo barato se compra con dinero y que un amigo sincero... no tiene precio.


No tuve tiempo para preocuparnos por mis subordinados, los que conmigo compartían sus esfuerzos y trabajos, me preocupé solamente por presionarlos a que hicieran lo que me interesaba, lo que para mi era importante... y cuando no cumplían, siempre los regañaba o los reprimía. Se que buscaban en mi las respuestas a sus dudas y a sus aspiraciones, motivación para trabajar mejor, pero gastar mi tiempo en las pequeñeces de los demás.
¡Cuantas carreras truncadas cuantos ejemplos equivocados, cuantas esperanzas frustradas!
¡Puede haber hecho de ellos hombre y mujeres mejores, triunfadores y positivos!
Pero su tiempo ya paso y hoy me cuestiono ¿Podré ser un buen líder de aquí en adelante?


No tuve tiempo para amar a mis padres, aquellos ancianos que dieron su vida por mi, el hombre que puso todo su empeño por hacer de mi un hombre de provecho y aquella mujer que tejió mi alma con ternura y paciencia, que me cuidó día a día y siempre me dio su comprensión y perdón. Pero como fastidiaban con sus achaques y quien iba a tener tiempo para aguantar sus pláticas repetidas una y mil veces, viviendo siempre en el pasado. Recuerdo como esperaban noticias mías, haciendo suyos mis triunfos, derrotas y alegrías. Ahora que soy padre comprendo que el amor es esencia, paciencia y capacidad de perdón. ¡Cuánto me toleraron... Pude haberles dado un poco más de tiempo en su soledad!


No tuve tiempo para estar cerca de mi hermano, guardábamos tantas rencillas y diferencia, fuimos concebidos en el mismo vientre y las mismas lágrimas curaron nuestras heridas. Se que me necesitaba pero nunca lo conquiste como amigo ¡Pudimos ser entrañables!


No tuve tiempo para amar a mi pareja, cuya ofrenda fueron su juventud y sus ilusiones. No tuve tiempo para darle la felicidad que buscaba cuando se unió a mi ¡cuantas humillaciones y desprecios sufrió porque no comprendía mis retos, mi lucha y mi realización!. Ahora sé que su silencio fue presencia y compañía, que era parte de mi aventura diaria de vivir, pero la olvidé por mi prisa en el camino.


No tuve tiempo para amar a mis hijos, he tenido tanto trabajo con asuntos tan importantes como el trabajo, las noticias y otros tantos asuntos que los pequeños no entienden. Les debió las caricias que siembran la generosidad en el en corazón de los niños, el escucharlos para que sientan la dulzura de la compañía, el patear el balón para que aprendan a dar espacio a la alegría, una sonrisa para que sepan reír a la vida.


No tuve tiempo para verlos crecer pues justificaba mi ausencia por su bien, tenía tanto trabajo que me olvidé de forjarles una vida superior... pero que sabían ellos lo duro que es la realidad... Sin embargo que equivocado estaba, me preocupé por darles todo lo necesario y me olvidé de formarles un corazón que tuviera ideales y fortaleza para vivir. Recuerdo sus caritas de niños y sus miradas suplicándome un beso de ternura, pero creía que no tenía tiempo para cursilerías, al adolescente lo marginé, me negué a comprenderlo en su despertar, a más que críticas y sermones severos que únicamente me alejaron de él. Ahora me pregunto... ¿Qué clase de hijos heredé al mundo?


No tuve tiempo para amar a mi nación, tierra a la que pertenezco, tierra que todos los días me entregó sus frutos, lugar de mis oportunidades, realizaciones, origen de mis hijos y de mi hogar. Solo me serví de ella, encerrándome en mi bienestar, no apreciando los esfuerzos que hicieron mis antepasados, ni la sangre que derramaron tanto hombres para ofrendarnos la libertad. Ahora comprendo que nuestro lugar es donde nuestro origen ha germinado, que es el espacio en el que tenemos el compromiso de mejorar. Cuantas injusticias a mi alrededor, esperanzas truncadas, de jóvenes perdidos por desinterés de los mayores... pero yo solamente tengo tiempo para mi buen vivir. Después de todo lo que he recibido, reflexiono: Mi país ha sido generoso conmigo... y me pregunto... ¿Habré sido bueno yo con mi nación?

Y ahora que tengo un poco de tiempo... pido perdón.
A mi querido amigo y no buscado.
A mi personal esforzado y mal atendido.
A mis padres entrañables y abandonados.
A mi hermano lazo de sangre olvidado.
A mi pareja parte de un sueño truncado.
A mis hijos, parte de mi ser y tiempo que no ha de volver.
A mi patria tierra desgarrada y no cultivada.
Y a ti Dios mío, te pido que ahora que conoces mis secretos, me des un poco de tiempo para reflexionar para mi vejez, te pido que me hagas comprender que el tiempo no perdona y que es nuestra vida lo único que podemos ofrecer a los seres que amamos y que nos aman.
Me arrepiento porque no tuve tiempo para amar, quisiera tener tu presencia cerca de mi alma, ahora que realmente me he decidido a vivir... Señor... ¡No será demasiado tarde para decidirme a servir! Te prometo que hoy será el primer día del resto de mi vida y que tendré tiempo... para ser feliz.