Con los brazos abiertos
Autor: J. Alonso Lockward
¡Y tenías que morir con los brazos abiertos!
abarcando la tierra,
abarcando los mundos,
abarcando los cielos.
tú, que todo lo llenas, perspiraste
de sed, de anhelo
de cosas que tú mismo habías creado,
Saliendo de lo eterno
y clamando, rogaste que te dieran.
Tú que todo lo diste.
Tú que fuiste tan bueno
eliminando el hambre y la tristeza
de todos los que te pidieron.
Como aquel padre que perdió a su hija.
como aquel centurión que amó a su siervo.
como aquella mujer sirofenisa.
como aquel ciego.
Todos rogaron y tú les bendijiste...
Y ahora te contemplo
colgado de una cruz ennegrecida
con los brazos abiertos.
Me parece que das
y parece que pides.
Te entregas, todo, entero
por los pecados de un mundo que te niega,
que ignora lo que has hecho.
Pero también realizo que demandas:
¡Venid a mí!... con ruego...
Tus brazos a lo ancho piden todo.
Reclaman una entrega,
un abrazo, un encerrarse eterno
en tu seno de amor que abarca a todos
como recubre el cielo
las criaturas que aquí respiran, corren,
gimen, lloran, trabajan...
¡Todo cabe en tu seno
que traspasó la lanza de la ciega
humanidad que un día te colgara
de un áspero madero!
Tú, Señor, no te niegas.
Nunca niegas
un lugar en tu pecho.
Lo sé cuando te miro en el Calvario
con los brazos abiertos