Déjame que te recuerde
Autor: San Josemaría Escrivá de Balaguer
Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:
pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás;
querer salirte siempre con la tuya;
disputar sin razón o cuando la tienes insistir con tozudez y de mala manera;
dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad;
despreciar el punto de vista de los demás;
no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;
no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;
citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;
hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan;
excusarte cuando se te reprende;
encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene;
oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;
dolerte de que otros sean más estimados que tú;
negarte a desempeñar oficios inferiores;
buscar o desear singularizarte;
insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;
avergonzarte porque careces de ciertos bienes...