¡Dios no ama la cruz!

Autor: Padre Juan Carlos Ortega Rodríguez

 

La belleza o el sentido de la cruz (I) 

Dios no ama la cruz. Sí, te lo repito, Dios no ama la cruz, ama el amor. 

Una abuelita prodigaba de cariño y ternura a su pequeño nietecito. Según crecía el niño escuchaba con agrado los prudentes consejos de la anciana. Era sano y bueno aunque comenzó a manifestar un defecto: tomaba dinero y dulces sin avisar. La abuelita se preocupó y le reprendía para que valorase la maldad del vicio de robar. Ya adolescente se convirtió en un pequeño ladronzuelo. La preocupación de la anciana crecía. Para superar de una vez este defecto, lo amenazó: ’la próxima vez que tomes algo sin permiso te quemaré la mano con un hierro candente’. De poco sirvieron las amenazas. 

A los pocos días volvió a tomar dinero del armario. La abuela lloró en silencio. Tomó a su nieto y lo ató a la silla. Encendió la chimenea y preparó el hierro que comenzaba a enrojecer. El niño no daba crédito a lo que veía. Sabía que su comportamiento era malo y que merecía un castigo, pero nunca pensó que el amor de su abuelita fuera capaz de cumplir la amenaza. Cuando el hierro estaba pronto, la anciana mujer se movió con rapidez. Ante los ojos atónitos del niño, tomó del fuego el hierro y con él se perforó la propia mano. Entonces el niño entendió hasta dónde llega el amor: incapaz de hacer mal a la persona amada y, por lo contrario, capaz de cargar sobre sí el mal del amado. 

Disculpe si he usado un ejemplo algo fuerte para expresar que el amor lleva paulatinamente a prodigar cariño, aconsejar, reprender, amenazar y cargar sobre sí el mal de la persona amada. En el corazón de Jesucristo lo primero no es la cruz sino salvar a los hombres y en el afán de salvarlos fue caminando hacia la cruz. Así lo expresó el Papa a los jóvenes: "como auténtico Siervo del Señor, realizó su misión de Mesías en la solidariedad, en el servicio, en la humillación de la muerte" Cristo sólo quiere amar a los hombres: nos acompaña, nos ofrece su doctrina, nos llama la atención, nos advierte del peligro de la condena eterna, pero como todo esto no nos hace cambiar, debe tomar sobre sí la justicia que nos merecemos. 

Del mismo modo, "el cristiano no busca el sufrimiento por sí mismo, sino el amor". Olvidarnos de lo anterior provoca que hoy en día la cruz siga siendo causa de escándalo para muchos cristianos quienes buscan evitarla, banalizarla o reprimirla. En efecto, el Papa nos recuerda que en la actualidad "una difundida cultura de lo efímero, que da valor a lo que agrada y parece hermoso, desearía hacer creer que para ser feliz es necesario remover la cruz. Presenta como ideal un éxito fácil, una carrera rápida, una sexualidad disociada del sentido de responsabilidad y, finalmente, una existencia centrada en la afirmación de sí mismo". 

Hemos dicho arriba que el amor no es un acto sino un camino. El éxito humano y profesional es algo bueno. Por ello, el amor lo desea. Pero porque ama quiere que el éxito no esté fundado en algo efímero sino en algo que perdura, es decir, en una buena formación profesional que exige, sin lugar a dudas, sacrificio y renuncia. Esto, muy bien lo saben nuestros jóvenes estudiantes y universitarios. 

La sexualidad es algo bueno. Por ello, el amor lo desea. Pero porque ama no se fija solamente en el acto sino que, con responsabilidad, busca un estado que le dé permanencia y posibilidad de desarrollar las consecuencias de sus actos. Por ello, la sexualidad fuera del matrimonio es algo fácil de realizar pero no es el ideal del amor porque no garantiza su permanencia. 

En cambio, como el verdadero amor quiere permanecer, busca el matrimonio aunque exige responsabilidades mutuas y la educación de los hijos. 

Por último el Santo Padre habla de "una existencia centrada en la afirmación de sí mismo". Esto es bueno y por lo tanto el amor lo busca. Pero el auténtico amor no se cierra sino que partiendo de sí mismo busca el respeto, la realización y la felicidad de los demás, aunque esto comporta compartir, e incluso, prescindir de lo nuestro. 

El Papa resume esta realidad del amor y el sacrificio en una frase: "el amor es la condición para seguir a Cristo, el sacrificio es lo que verifica la autenticidad del amor". Es decir, si por una parte "el cristiano no busca el sufrimiento por sí mismo, sino el amor", también es verdad que el cristiano que sufre por ser fiel a Cristo, significa que lo ama; en cambio quien no sufre es señal de pobreza en su amor y fidelidad al Señor.