Dios te regala...

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No hay que pensar en el aire
para que se filtre
al último rincón de los pulmones,
ni hay que imaginar la aurora
para que decore el nuevo día
jugando con los colores y las sombras.


No hay que dar órdenes
al corazón tan fiel,
ni a las células sin nombre,
para que luchen por la vida
hasta el último aliento.


No hay que amenazar
a los pájaros para que canten,
ni vigilar los trigales
para que crezcan,
ni espiar la semilla de arroz
para que se transforme
en el secreto de la tierra.


En su dosis exacta
de luz y de color,
de canto y de silencio,
nos llega la vida sin notarlo,
don incesantemente tuyo,
trabajador sin sábado,
Dios discreto.


Para que tu infinitud
no nos espante
te regalas en el don
en que te escondes.