El Burro

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos.


Hay un animal muy popular, por lo menos lo fue muy popular hace bastantes años sobretodo en las sociedades rurales, y me estoy refiriendo al burro, también a veces usamos esta palabra refiriéndonos a ciertas personas humanas, con cierto trato o acento despectivo, es una cosa curiosa que hace unos días leía en un periódico que dice que en España en los últimos 50 años la población de burros había disminuido en un millón. Algunos lo decían con cierta sorna o cierta gracia, pero no cabe duda de que cuando los países dejan de ser países rurales y se convierten en países más industrializados, con un nivel económico más elevado, pues también los pobres animales que servían de instrumentos de transporte para labranza como fuerza de tiro, pues entonces ya van también desapareciendo y se quedan en el olvido. 
Pero bien, hoy quisiera hablar del burro, del burrito y quisiera pensar, que no sé si de todos los animales bíblicos no será el burro el más bíblico de todos ellos. Tal vez, a lo mejor le gane la oveja o los corderos, pero pienso que aun en nuestros días el burro sigue siendo el compañero inseparable del humilde viajero, sobre todo si el camino es duro y empinado. 
Recuerdo una vez que fui a una de las islas del Mar Egeo, cerca de Grecia, la isla de Santorini y la única manera que hay para subir a la cima de la isla, que es muy bonita por cierto y que se llama Santa Inés y hace referencia por supuesto a Santa Agnes, ya que Santa Agnes es Santa Inés en Inglés, pues para subir arriba de ésta isla la Isla de Santorini hay que hacerlo en burrito, y los burritos son bien simpáticos y bien dóciles, así que aun en nuestros días el burro sigue siendo compañero inseparable del humilde viajero.
En burro pienso yo y lo piensa todo el mundo debieron recorrer María y José el camino de Nazaret a Belén en burro marcharon después de nacer el niño al exilio de Egipto, y montado en burrito hizo Jesús su entrada triunfal en Jerusalén. Este simpático animal tuvo suficiente belleza poética como para inspirar al Premio Nobel de Literatura Castellana, Don Juan Ramón Jiménez en su obra, “Platero y yo.”
El burro ciertamente es un animal con muchas virtudes y pocos defectos, tal vez su mayor defecto en estos tiempos de liberaciones sea el de no haberse liberado, pues el pobre burro sigue llevando cargas y soportando palos. Tal vez si dejase de ser así dejaría de ser burro y entonces perdería su identidad y terminaría desapareciendo.
Ese animal paciente, constante siempre dispuesto a servir, inteligente para encontrar comida en los campos, ese animal dócil y útil, pero sobretodo es un animal sincero, y esto es lo que más me interesa al hablar hoy del burro a los humanos, pues quiero sacar una lección que nos viene muy bien a todos, de éste humilde y simpático animal. De todos los animales que desfilan en la Biblia sólo a una burra se le permitió hablar con el ser humano, con el hombre. 
Se trata de una bella historia que está en el libro de los números, Capitulo 22, Versos del 1 al 35, por favor lean la Biblia en el antiguo testamento, el libro de los números Capitulo 22 y verán que los temas de los animales no están tan lejos de la espiritualidad bíblica en la que muchos están embebidos, bendito sea Dios, pero que tal vez cuando se habla de animales piensan que no están en nada éstos temas con la espiritualidad bíblica de la que ellos tanto disfrutan y tanto gozan, pues que vallan. 
Vallamos todos al libro de los números en el Capitulo 22 y verán que el dueño de aquella burra se llamaba Balan, era un vidente que sobre su burra se creía dueño y señor de sus decisiones y hasta del pobre animal. Pero la historia nos demuestra que la burra tenía más visión que el mismo vidente. ¡Que contradicción! 
Yendo de camino, la burra vio que alguien se interponía en la senda y trató de rodear saliéndose de la ruta y comenzó a trotar a campo traviesa, Balan respondió con el palo y el mal humor. De nuevo el ángel de Dios se interpuso bloqueando el camino, en sus manos blandía una espada amenazante, la burra se desvió de nuevo recibió nuevos palos y como el ángel no le dejaba pasar cayó al suelo derribando también al iracundo dueño llamado Balan fue tal la cantidad de palos que recibió aquel pobre animal que Dios hizo que abriese su boca y habló así a su dueño, “Que te he hecho yo para que me pegues así, no soy yo tu burra siempre ha tu servicio, acaso acostumbro a portarme mal contigo”. Balan respondió, burra siempre ha tu servicio, acaso acostumbro a portarme mal contigo. Balan respondió “No”. En aquel momento se abrieron sus ojos y vio a Dios quien le explicó la conducta de la burra. “Te estoy cercando el paso pues el camino que llevas no es el correcto ni te conviene.
Que les parece si a ésta sencilla borriquilla le ponemos el nombre de consciencia, no me negaran que todos venimos a éste mundo con esa burra adentro de nosotros, muchas veces nos sentimos y creemos más importantes que ella y entonces nos pasa lo mismo que a Balan, nos convertimos en bestias. Prescindimos de la consciencia o luchamos contra ella.
La conciencia lo mismo que la borriquilla de nuestra historia es sincera y es servicial, nos pone en guardia ante el camino que no debemos seguir, nos quiere sacar de él, nos hace andar al trote aunque no sea al galope por otros campos que no nos gustan. Pero nosotros nos rebelamos, nos enfurecemos, exactamente igual que Balan quisiéramos matar o acallar la voz de la consciencia tan burra y persistente, esa consciencia es la presencia cálida y amiga de Dios en nosotros, es fiel, tenaz, servicial, dialogante. Los humanos nos seguimos creyendo fuertes e importantes, mucho más que una ridícula burra, por eso seguimos apaleando nuestra consciencia cuando se niega a caminar por las sendas del mal o la mentira. “Te estoy serrando el paso “ le dice Dios a Balan a través de la burra, a través de su consciencia, “Pues el camino que llevas no es el correcto no te conviene, te estoy iluminando, pero tú no quieres hacer caso”. 
Pude ser que Dios nunca más vuelva a permitir que hable una burra, pero estoy seguro que él sigue haciendo hablar a nuestras consciencias a través de un niño, de una palabra que nos dejó pensando, de un obstáculo que surge en el camino, de un carro que se para en la carretera, de un animal también. En definitiva, Dios vive en nosotros para hacernos descubrir la vida.


Que tengan todos mucha paz y mucho bien.