El diablo se retira

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En la meseta del Tibet, se corrió la voz de que el diablo se retiraba y vendía sus herramientas al mejor postor. En la noche de la venta estaban todas las herramientas dispuestas de modo que llamaran la atención. Era un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, ira, soberbia, engaño, crimen..., además de todos los implementos del mal. Un tanto apartado del resto, había un instrumento inofensivo, muy gastado, como si hubiera sido usado muchas veces, y, sin embargo, su precio era el más alto de todos.

Alguien le preguntó a Satanás:
-¿Cuál es el nombre de esta herramienta?
-Desaliento, fue la respuesta.
-¿Por qué su precio es tan elevado?, le preguntaron.
-Porque ese instrumento me la sido más útil que cualquier otro –respondió el demonio-. Con él puedo entrar en la imaginación de cualquier ser humano cuando todos los demás instrumentos me han fallado, y, una vez adentro, por el desaliento puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Está muy desgastado porque lo uso con la mayoría de las personas y, como pocos saben que me pertenece, puedo abusar de él.


El precio del desaliento era tan alto que nadie lo pudo comprar y aún sigue siendo propiedad del diablo.

El desaliento es un estado del alma que es preciso evitar y fortalecerse para evitar caer en él. Nos desalentamos con la situación económica, con los problemas del trabajo, con las circunstancias internacionales, con la mentira y el desamor, con la necesidad de cambio...

Debemos estar alertas y, si hay un tropezón o una caída, no hay que entregarse a él. Cada día es un don divino. Cada día es como una pequeña vida en la que podemos hacer el bien a los demás y a nosotros mismos: podemos ganar méritos que duran para siempre. Cada día se puede empezar otra vez desde un punto más alto.