El grillo

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Un newyorkino y su amigo paseaban por el bullicioso sector de Times Square, en el centro de Manhattan, a la hora del almuerzo. En medio del infernal ruido producido simultáneamente por bocinas, sirenas, altoparlantes, música a todo volumen y miles de personas hablando al mismo tiempo, el americano dijo: “Estoy oyendo un grillo”.

Qué? Debes estar loco! -replicó su amigo-, no es posible que puedas escuchar un grillo en medio de todo este ruido!

Sin decir nada, el americano caminó hacia un tarro de flores que había en la acera y, tras una ligera búsqueda, extrajo de allí un pequeño grillo. El amigo, sorprendido, dijo: “Esto es extraordinario, debes tener los oídos de Superman”.

No -respondió el otro-, mis oídos son iguales a los tuyos. Todo depende de lo que a uno le interese escuchar.

Para demostrar lo que decía, sacó de su bolsillo varias monedas y discretamente las dejó caer al piso. El sonido producido por las monedas al tocar el suelo provocó que varios de los transeúntes voltearan la cara,  curiosos por saber a quién se le había caído el dinero.

Ves lo que te digo? -insistió el newyorkino-, el sonido del dinero lo escucharon todos, pero el del grillo no. Todo depende de qué es importante para ti.