El hombre y los pajaritos

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Había una vez un agricultor escéptico, al cual, entre otra cosas le costaba trabajo entender el por qué de la Encarnación de Cristo. Para que tenía que venir como uno de nosotros. Por eso no le hacemos caso. Hubiera venido lleno de la gloria que dicen que tiene, y así nos hubiera impresionado y todos lo seguiríamos.

Cierta noche fría de invierno el hombre oyó un golpeteo irregular contra la puerta. Fue hacia una ventana y vio cómo varios pequeños gorriones, atraídos por el evidente calor que había dentro de la casa, se golpeaban contra el vidrio de la puerta.

Conmovido, el agricultor se abrigó bien y cruzó el patio cubierto de nieve para abrir la puerta del granero para que los pobres pájaros pudieran entrar.
Prendió las luces y echó algo de heno en un rincón.
Pero los gorriones, que se habían dispersado en todas direcciones cuando él salió de la casa, se ocultaban en la oscuridad, temerosos.

El hombre intentó varias cosas para hacerlos entrar en el granero. Hizo un caminito de migas de pan para guiarlos. Dio vuelta por detrás de donde
estaban los pájaros para ver si los podía espantar en dirección al granero. Nada dio el resultado esperado. Él, una enorme criatura extraña, los aterrorizaba; los pájaros no podían entender que él
estaba tratando de ayudarles.

El hombre de campo se retiró a su casa y observó a los condenados gorriones a través de su ventana.
Mientras los observaba, un pensamiento le llegó de repente: ¡Si tan sólo pudiera convertirme en un pájaro, ser uno de ellos por un momento!
Entonces no los asustaría. Les podría mostrar el rumbo hacia el calor y la seguridad.

Y casi al mismo tiempo, otro pensamiento le golpeó con gran fuerza. Entendió la razón por la que Jesús había nacido.