El juicio final

Autor: H. Luis Manuel Andrade

Enviado por: Sergio Irrizary

 

Qué mal, apenas un año de casados y ya están tramitando el divorcio!, desgraciadamente los que van a sufrir más son los niños...

¡Esa mujer es una inhumana, es una asesina, ha abortado, ha matado a un ser humano!, si tan sólo lo hubiera pensado un poco más...

¡Esta televisión está cada día peor!. A cualquier hora hay escenas de violencia, inmoralidad, pornografía; sólo Dios sabe dónde vamos a acabar...

¡Estos gobernantes son unos ladrones!, buscan el poder solamente para explotar al pueblo y sacarle todo el dinero posible...

¡Qué accidente tan terrible!. Este hombre es un inconsciente, ¿cómo se le ocurre conducir borracho?, por su culpa han muerto estas dos niñas y la otra quedó paralítica...

¡Esa mujer es una inmoral!, sale con cualquier hombre, ya estuvo casada dos veces, se ve que sólo anda buscando diversión...

¡Los jóvenes de esa preparatoria son realmente un desastre!, andan con el pelo largo, usan arete y dicen que hasta fuman marihuana en los baños...


Éstos y tal vez más, son los juicios que se suelen dar al inicio de una de esas conversaciones en las que se arregla el mundo con la sencilla y utilísima herramienta de la palabra. Los problemas del hombre son como los frutos de un árbol tropical, llamativos y evidentes, de un árbol lo que se come es el fruto, más que importarme el origen y proceso de formación de dicho fruto, me interesa saciar mi hambre y basta.

Afortunadamente el hombre no es un árbol, pero sí da frutos. Estos frutos son sus triunfos y sus derrotas, sus éxitos y sus fracasos, sus actos buenos y sus actos malos. Al igual que al árbol, al hombre lo juzgamos por sus frutos.

En el caso de los frutos malos, nuestros juicios iniciales son del tipo de los antes enumerados, la gran mayoría de las personas hemos hecho un juicio así alguna vez en la vida. Con juicios no se arregla el mundo, un edificio no se construye constatando la grandeza de la hierba que hay en terreno donde se asentará, un enfermo no se cura diciéndole qué enfermedad tiene.

Es necesario fomentar, una mentalidad constructiva, que juzgue no por recreación ni para ocupar el tiempo o dar una imagen de desacuerdo con el mal presente; vivir con una actitud permanente de buscar la raíz, la causa, aquello que da lugar este tipo de problemas, desastres familiares, inmoralidades u otras situaciones negativas. Y una vez encontrada la raíz del mal, investigar una solución, la mejor posible, haciendo rendir al máximo nuestra capacidad creativa, con la firme intensión de lograr el máximo bien posible.

Es fácil llegar a la conclusión de que la mayoría de estos problemas tiene su raíz en la soledad, la ambición desmedida, la superficialidad, y otras causas más que pueden ser reducidas al egoísmo, tumor maligno raíz de todos los problemas del hombre.

Para transformar el ambiente, la sociedad, el mundo; más que juzgar a los demás, necesitamos interesarnos por ellos y ayudarles a salir adelante, apoyarles en todo momento y circunstancia. Nuestra mirada ha de ser una mirada constructiva y optimista, una mirada que busque a quién hacer el bien y no quién hace el mal, una mirada que busque dónde y cómo hacer el bien, y no dónde y cómo se hace el mal; que dé solución a los problemas y no solamente los denuncie.

Todos sentimos, lástima ante las desgracias del prójimo, repugnancia ante las inmoralidades y crímenes. Mas sin embargo no todos ponemos en marcha toda nuestra capacidad creativa y constructiva para buscar una solución a gran escala de estos problemas.

Es necesario que nos decidamos y demos el paso decisivo para crear una mentalidad constructiva y optimista de soluciones, solidaridad, apoyo; que desplace a aquella de crítica y destrucción que no permite ningún tipo de progreso y solamente se dedica a ver el punto negro en el cielo azul, a intentar tirar al que quiere caminar, a crear escepticismo hacia a aquellos hombres o instituciones que buscan el bien de la humanidad.