El Padre da seguridad

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos.


A las madres se las recuerda con emoción y con lágrimas. A los padres con respeto y admiración. La maternidad es instinto y es ternura. La paternidad es responsabilidad y es equilibrio. 


No es fácil la misión de ser padre o de ser madre. La vocación de ambos es llamada a la fidelidad y al sacrificio. Para cumplir a cabalidad esta misión, hay que prepararse muy bien. Lástima que en las universidades, en las escuelas no se den cursos especiales que enseñen a prepararse para la vocación tan elevada y tan seria, como es la del padre o la de la madre.


No son muchos los que logran graduarse en el amor. Parece que son muchos los que degradan el amor, convirtiéndolo en capricho o en bastardo egoísmo. 
Pienso que es padre, aquél que da seguridad al hijo. Y yo definiría así a un padre. ¿Qué es un padre? Aquél que da seguridad a su hijo. El padre es el camino por el que el hijo aprende a andar en la vida. Apoyado en el padre uno se enfrenta a riesgos y a dificultades. Aprende a ver la vida como riesgo, pero apoyado en el padre ve esa misma vida con optimismo y con esperanza y como un desafío.
Recuerdo que de niño mi padre me ponía muchas veces en sus hombros y desde aquella altura yo lo veía todo diferente. Disfrutaba viendo la procesión, el desfile militar o una parada. La firmeza de los hombros de mi padre me hacía sentirme seguro y feliz. Y las pocas libras que entonces pesaba, pues no las debía sentir mi padre; y si las sentía, no le pesaban. Pensaba que mi padre era el hombre más alto, más fuerte y más bueno del mundo. Cuando se echaba la noche y teníamos aún un largo trecho hasta llegar a la casa, él me volvía a poner en sus hombros para que no me lastimase los pies; allá por los campos, por los caminos, por los rastrojos que teníamos que ir atravesando. Me olvidaba entonces en brazos de mi padre del cansancio. Miraba hacia el firmamento, veía las estrellas tan cerquitas de mis manos que casi me sentía dueño de ellas y las quería acariciar con mis manos chiquitas.


Refrescando estos recuerdos de niño, pienso que el padre siempre tiene que ser líder, guía, servidor, puente entre Dios y el hijo. Padre es aquél en quien uno puede confiar. El que siempre está a tu lado dándote seguridad. Ese es el padre, seguridad física, afectiva, emocional, económica. Padre es quién educa y hace de un niño un hombre o una mujer. Padre es aquél que siempre está a tu lado, sobre todo cuando más lo necesitas. 


Quien haya experimentado en su vida esta relación de padre a hijo, entonces puede entender lo que significa llamar a Dios, Padre. Razón tenía quién dijo el día que fui padre, comencé a entender quien es Dios. Desafío para la fe de tantos padres indiferentes en las cosas de Dios, esta frase: “Si no has entendido a Dios, difícilmente vas a entender lo que es ser padre. Pero el día que te des cuenta de lo que es ser padre, ese día vas a entender mucho mejor lo que es Dios como padre.” 


El padre se sacrifica sin esperar ninguna recompensa, es su deber. Pero un día llegará alguien que pasará la cuenta al hijo y éste será su propio hijo, el nieto del abuelo. Pues los hijos de hoy, son los padres del mañana. Ayuda a ser de tu hijo un buen hombre y un buen padre. 


Para todos los padres, para todos los abuelos, yo les invito a que tomen bien en serio su responsabilidad y su misión para cumplirla siempre aquí en la tierra. Y para que un día puedan disfrutar del premio, del gozo, de la recompensa de Dios Padre junto a él en el cielo.


Recuerdo que este hijo estaba estudiando en una universidad del norte de los Estados Unidos cuando recibió por fax esta noticia: “tu papá está muy grave, ven pronto”. Y aquel joven dejó inmediatamente la universidad. Tomó el primer avión que pudo y en las tres horas que duró el viaje no paró de rezar así: “Dios mío haz que cuando llegue pueda encontrar con vida a mi papá para decirle, papi te quiero mucho”. Ya ven, ni siquiera pedía salud para el padre agonizante, sólo una oportunidad, la última y tal vez la primera para expresarle en alta voz y emocionada, emocionada voz, lo que tantas veces sintió en su corazón, pero que nunca se lo expresó al padre con sus labios. Efectivamente, cuando llegó el padre aún estaba consciente. Le abrazó, lloró a su lado y le repetía insistentemente; “Papá, Papi te quiero mucho, perdona que nunca te lo dije como ahora”.
Murió aquel padre a las pocas horas y algo nació en el hijo. Nació la gratitud, la admiración, la motivación por imitar al padre muerto. Y las relaciones de padres e hijos, unos son pocos o nada comunicativos, mientras que todos son demasiado prácticos e hipócritas, pues nunca lo que dicen responde a lo que sienten y mucho menos a lo que viven.


Sé que la falta de comunicación no siempre coincide con la falta de amor. Pero no cabe duda que los hijos unas veces son demasiado duros con sus padres. Son los jueces más exigentes y no siempre dan amor. De su boca no siempre salen elogios o palabras de cariño. Más bien salen quejas, protestas, exigencias, silencios que distancian y crean distanciamientos. 


Me llegó al alma la queja de aquel padre que me decía: “ya quisiera yo que mi hijo, que es un adolescente, me tratase a mí como al último de sus amigos. Yo no pinto, yo no significo nada para él”. 


Si tienes la suerte de tener a tu padre vivo, mi buen amigo radioescucha, no demores nunca en expresarle tu admiración y tu cariño. No lo dejes para más adelante, cuando ya puede ser demasiado tarde. Te va a pesar por el resto de tu vida. Dile, Papá te quiero. Que habría sido de mí sin tu presencia, sin tu amor, sin tu tiempo, sin tu paciencia. Cómo valoro ahora, el que tu siempre has estado a mi lado, a pesar de todos los disgustos que a veces te di. 


Cuántos padres han seguido siempre al hijo en silencio, atentos, vigilantes, pacientes, esperando un cambio en él. El padre también debe saber comunicarse, por supuesto con el hijo, dándole seguridad con su amor, con su palabra. Sobre todo, si ese hijo está en la adolescencia. La edad en la que se adolece de todo. Cuando el hijo anda buscando ser el mismo. Esa es la edad en la que el padre debe ser la mejor compañía y el mejor guía para encontrar el hijo el camino seguro.


Amar a Dios Padre es algo que choca al niño que apenas ha conocido a su padre o al que tiene malos recuerdos de su padre. Son experiencias bien tristes y desgraciadamente es una situación bastante frecuente. Decir es como un padre. Y que un niño te diga, será como un padre bueno, porque yo al padre que conozco sí es que le conozco, no ha sido bueno conmigo.


La verdadera paternidad no surge al azar como efecto de un juego pasional momentáneo. Ser padre es una responsabilidad muy seria y trascendental. El hombre más indiferente al misterio divino, cuando se convierte en padre, comienza a entender quién es Dios.


Era yo muy pequeño cuando una noche sentí que mi padre dejaba cerca de mi cama unas frutas frescas que él había traído del huerto bien de madrugada. Cuando me desperté, disfruté comiendo aquellas manzanas. Hoy a pesar del tiempo y de la distancia, sigo paladeando su sabor y recordando su olor penetrante. Este simple hecho grabado en mi memoria infantil, me hace pensar que un padre lo mismo que Dios, es quien está siempre atento y vigilante, siempre pendiente de sus hijos, como nos dice el profesa Jeremías en el Capítulo 20, versos del 10 al 13. “Dios siempre, de día o de noche, dormidos o despiertos, lo mismo que los padres buenos, Dios nunca deja de proveer lo mejor para sus hijos”. Y esto es lo que tiene que hacer un buen padre.


Tengan todos mucha paz y mucho bien.