El Viernes Santo

Autor: Pedro Antonio de Alarcón

 

 

Solo, negado, escarnecido, muerto,
enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!
la frente inclinas sobre el mundo impío,
en la cumbre de Gólgotha desierto.

Ebrio, entretanto, y de baldón cubierto,
el mortal, en su infame desvarío,
adora una beldad de aliento frío,
pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora
la majestad de tu dolor ultraja
e ingrato y loco tu Pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora
por sacudir del cuerpo la mortaja...
y vive en él como enterrado en vida!