Gracias por su presencia

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD 

 

 

Hace unos años apareció en un periódico italiano el siguiente anuncio pagado: “Dios existe. Si lo buscas, te ilumina”. Quien había pagado esta propaganda era un ateo que había descubierto su fe y quería expresar su agradecimiento a Dios por haberle concedido la gracia de encontrarlo. Con su conversión descubrió un nuevo sentido de la vida y quería ayudar a otros a experimentar lo que él ya estaba disfrutando.

            Hace un tiempo llegaron a Miami ocho monjas contemplativas, Carmelitas Descalzas. Cuando se lo comenté a un joven, éste me espetó qué hacían estas mujeres, cuál era su misión. Se me ocurrió decirle que oraban para que tuviéramos paz, para que el aire de Miami fuera más limpio de odios y resentimientos. El joven no quedó muy conforme con la respuesta y me dijo: “Pues para rezar se podían haber quedado en México”.

Efectivamente, lo podían haber hecho, pero quisieron venir y aquí están. Con su presencia nos recuerdan muchas cosas. Una de ellas es que Dios existe, que tenemos un Padre que nos ama y que debemos ser hermanos. Que merece la pena orar en todo tiempo, creer en Él y vivir de Él y para Él. ¡Cuánto debemos agradecer a los que nos abren los caminos de Dios, a aquellos que, con su vida más que con su palabra, nos invitan a creer, amar y esperar! Las monjas no lo publicarán en los periódicos en secciones pagadas; pero muchos se enterarán por su oración, por su testimonio, por su sencillez o por su fraternidad.

Desde su presencia podrán acercarse, con los prismáticos del amor, a cada hogar, a todos aquellos que les sonríe la vida y allí donde hay soledad, gente amargada o pisoteada. Es posible que alguna Hermana tarde en conciliar el sueño, pues los sufrimientos espirituales y corporales de la humanidad pesan, y rasga el alma saber que hay miles de mendigos y vagabundos que tienen que dormir bajo el cobijo de las estrellas. Destroza el corazón saber que cada día mueren en nuestro mundo 45.000 niños por falta de alimentos y medicinas. Y, claro, todo esto perturba y altera el sueño.

Desde el Carmelo las religiosas tratarán de ser luz, iluminar, ayudar a alguien. Regalarán gotas de alegría, alientos de fe, ríos de amor y de esperanza. Y lo harán porque han recibido del Señor el regalo de dar gratis lo que ellas, a su vez, recibieron gratis.

 El privilegio del cristiano es poder dar más, infinitamente más, de lo que posee. Dios da a través de nosotros, cuando no le obstaculizamos, cosas que jamás pudiéramos sospechar. Es lo que Bernanos llamaba “el dulce milagro de las manos vacías”, a través de las cuales puede pasar el torrente de Dios. 

             Las Carmelitas llegaron a Miami no para hacer fortuna o por huir de una situación difícil. No. Llegaron simplemente para estar, para levantar las manos, los ojos y el corazón a Dios e implorarle por la humanidad. Ésta es su vocación y su misión.

            Cada vocación, cualquiera que sea, es una de tantas maravillas que Dios regala a los seres humanos. Cada vocación, bien realizada, es la evidencia suave, delicada, sensible y tierna de la presencia del Señor entre nosotros. El Padre escoge a cada persona para diferentes ministerios en la vida y la dota de todos los dones necesarios para desempeñar su función. El Viñador señala a cada ser humano el puesto que le corresponde en la viña.

            Si la presencia de cada persona es un don, la presencia de una comunidad contemplativa es un regalo especial. Muchas gracias, Madres, por su presencia, pues con ustedes nos lloverán abundantes bendiciones.