Gracias papá por enseñarme

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Había una vez un hombre, padre de familia, con éxito en su profesión, hábil para los negocios y que vivía rodeado de muy buenos contactos. Él era muy exigente con su hijo, quería que llegara a continuar todo lo que él había comenzado.

Una vez el padre llevó a su hijo a un viaje por un barrio de la periferia con el firme propósito de que éste viera a los pobres, que eran las personas que allí vivían... que comprendiera así el valor de las cosas que tenían y lo afortunados que eran ellos. Estuvieron un día y una noche en la granja de una familia muy humilde.

Al concluir el viaje y de regreso a casa, el padre le preguntó a su hijo: «¿Qué te ha parecido la experiencia?»

«Muy buena, papá»

«Y... ¿qué has aprendido?»

«Varias cosas, papá; que nosotros tenemos un perro de raza y ellos tienen cuatro perros sin marca que jugaban entre ellos y se divertían mucho. Nosotros tenemos una piscina de 10 x 5 m. y ellos un riachuelo sin límites y de aguas con vida en movimiento. Nosotros tenemos unas lámparas importadas que iluminan el jardín, ellos tienen las estrellas. Nuestro jardín tiene un límite con enredaderas y flores; el de ellos es el horizonte. Y lo que especialmente he aprendido es que ellos tienen tiempo para convivir en familia y para conversar; en cambio nosotros casi nunca nos vemos porque mamá y tú trabajáis todo el día y para hablar con vosotros tengo que dejaros siempre el mismo mensaje en el móvil: "cuando podáis, me llamáis"».

Al terminar el relato, el padre quedó mudo... y su hijo añadió:
«¡ Gracias papá por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser !»