Hoy hable con mi padre

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Mi padre me llama mucho por teléfono -decía un hombre joven-, para pedirme que vaya a platicar con él. Yo voy poco. Ya sabes cómo son los viejos; cuentan las mismas cosas una y otra vez, y yo no tengo tiempo que perder.

Además nunca faltan las urgencias: que el trabajo, que mi mujer, que el hijo enfermo, la hora de mis ejercicios, que los amigos...

En cambio -le dijo su compañero-, yo platico mucho con mi papá.

Cada vez que estoy triste voy con él; cuando me siento solo, cuando tengo un problema y necesito fortaleza, acudo a él, le cuento todo lo que me pasa y me siento mejor.

Caray -se apenó el otro-, eres mejor hijo que yo.

Soy igual que tú -respondió el amigo con tristeza-. Lo que pasa es que visito a mi papá en el cementerio. Murió hace ocho años. Mientras vivió, nunca tuve tiempo y tampoco lo buscaba sino que me inventaba excusas para no platicar con él.

Ahora me hace falta su presencia, sus consejos, su sabiduría... y lo busco cuando ya se me fue.

Conversa con tu padre hoy que lo tienes; no esperes a que esté en el panteón, como hice yo.

En su automóvil iba pensando el muchacho en las palabras de su amigo.

Cuando llegó a la oficina dijo a su secretaria: -Comuníqueme por favor con mi papá.