Jesús de Nazaret, Hombre

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos.

En estos momentos estaré con ustedes. Quisiera pues hablarles un poco, para encontrar la verdad. Hablarles sobre Jesús, el Maestro, el Salvador, la verdad. El que ha venido a llenar nuestras aspiraciones y esperanzas. 

Les quiero hablar de Jesús tratando de responder o más bien de inquietarles, para que ustedes busquen la respuesta a esa pregunta que por tantos días he venido repitiendo. ¿Ustedes qué piensan de mí? ¿Qué creen que soy yo? ¿Quién dicen que soy yo? 

Aquella pregunta formulada por Jesús al grupo de los amigos que le seguía, es la misma pregunta que sigue sonando entre nosotros y aún la historia no ha terminado de responderla. ¿Quién es Jesús? ¿Quién era aquel joven que lanzó esta pregunta atrevida y desconcertante? Pues se suponía que todos los que le seguían supiesen de quién se trataba. Sin embargo, no todos estaban seguros de quien era Jesús. Su personalidad, su autoridad, su palabra al mismo tiempo que atraía, parece que también desconcertaba. 

Por eso él les insiste y repite ¿qué opinión tienen de mí? No para buscar el halago, ni para dar a entender que le gustaba el olor del incienso o del alabanzanó. Jesús pregunta para hacer que las gentes se decidan. Por eso sus preguntas no son simples interrogantes para desconcertar. Son invitaciones para cuestionar, para plantearse si de verdad se le conoce o no.

Pues bien, entremos un poco más en materia. Alejémonos en alas de la mente y del recuerdo retrocediendo 2000 años atrás. Y enseguida veremos que se trata de un simple pescador que le gustaba hablar con los grupos de aldeanos o campesinos de aquellas tierras. Vestía pobremente. Él, lo mismo que los que le rodeaban, no poseían gran cultura. Tampoco poseían títulos universitarios o de propiedades. No hablaban más lengua que el Arameo. Y jamás habían salido de aquel pequeño país, olvidado en el mundo de entonces. No contaba con armas, ni con poder político, ni tampoco tenía prestigio social.

Aquel grupo de pescadores entorno a Jesús de Nazaret eran odiados por los poderosos. Y los humildes les miraban con extrañeza, pues no acababan de entender todo lo que predicaba su líder. Los violentos les consideraban débiles y demasiado mansos. Los encargados del orden, sin embargo, juzgaban a Cristo demasiado violento. Los cultos le despreciaban y los poderosos se reían de sus locuras. Era un hombre profundamente religioso. Tal es así que había dedicado a Dios su vida entera. Pero los ministros religiosos, al menos los líderes oficiales de la religión de aquel pueblo, le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Muchos le seguían cuando le veían predicar por los caminos, las plazas o las calles. Pero la mayoría de ellos les interesaba más lo espectacular y asombroso de sus gestos, cómo cuando hacía milagros o multiplicaba panes. 

De hecho cuando la persecución de los poderosos arreció sobre su vida, la mayoría le abandonaron. Comenzando por sus discípulos más cercanos. Sólo su madre y tres o cuatro amigos le acompañaron en su agonía. La tarde de aquel Viernes Santo, cuando la loza de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie hubiera dado un centavo por su memoria. Nadie hubiera podido pensar o imaginarse que su memoria perduraría en alguna parte. Sólo una persona, su pobre madre, perdida en la tiniebla de la noche y de la soledad, sentía en sus entrañas y en su corazón de creyente que todo terminaría con aquella tragedia o mejor no todo terminaba con aquella tragedia, con aquella muerte o derrota aparente. 

Esta es a grandes rasgos una descripción de la vida de un hombre que después de 2000 años no ha perdido actualidad, o mejor ha sido y ha ido adquiriendo mayor actualidad, mayor importancia e influencia. 

Hoy comencemos por decir que la historia de la humanidad gira en torno a su memoria. Sean creyentes o no, las gentes cuentan los años y narran las crónicas antes de Cristo o después de Cristo. Y media humanidad cuando se le pregunta por sus creencias, siguen usando su nombre el de Cristo, el de cristianos para denominarse. 

Dos mil años después de su muerte siguen publicándose varios millares de libros sobre su vida y su doctrina. Su historia ha servido como tema de inspiración para, al menos la mitad del arte que el mundo ha producido desde que él vino a la tierra. Y cada año decenas de miles de hombres y mujeres lo dejan todo para seguirle. Como aquellos primeros discípulos.

Podemos seguir preguntándonos para adentrarnos mejor en la respuesta. Respuesta de conocimiento, de acercamiento, de aceptación, de entrega, de decisión y de confianza en él. Podemos seguir preguntándonos sobre quién es él. ¿Quién es este hombre por quien tantos han muerto? A quien tantos han amado hasta la locura. Y en cuyo nombre se han hecho tantas violencias y opresiones. 

Desde hace 2000 años un hombre ha estado en la boca de millones de agonizantes como una esperanza de millares y millares de mártires como un orgullo. Por causa de él son miles los que han sufrido la persecución y la cárcel. Muchos han muerto por el sólo delito de declararse sus seguidores. Pero también muchos tiranos han levantado el nombre de Cristo como bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales. Y otros se les obligó a creer en su nombre, so pena de perder hasta la vida.

Recordemos la frase de aquellos soldados cristianos que metían a Cristo con la espada bajo el lema: "O cree o muere". No cabe duda que la doctrina de este hombre, por cuya identidad nos preguntamos. No cabe duda que su doctrina inflamó el corazón de los santos. Y también con tristeza, hay que decirlo, encendió las hogueras de la inquisición. 

Fueron discípulos de este Maestro aquellos misioneros que cruzaron el mundo anunciando su fe. Y aquellos religiosos que por amor a él son capaces de renunciar hasta el uso normal de la conversación. Pensemos en los Monjes trapenses o cartujos. Y también nos llamamos discípulos suyos, quienes hoy al fin hemos logrado compaginar el amor de Cristo con el dinero. 

Y nos podemos seguir preguntando, ¿quién es este personaje? Que parece llamar a la entrega total o al odio frontal. Este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente que produce frutos opuestos y a modo de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad. ¿Quién es y qué hemos hecho de él? ¿Cómo hemos usado, traicionado su voz y su mensaje? ¿Qué sentido misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? Es fuego o es opio. Es bálsamo que cura, espada que hiere, o morfina que adormece. ¿Quién es? ¿Quién es? Y así como tema insistente podemos seguir indagando e inquietando nuestra mente para conocerle mejor, para adentrarnos en todo lo que es. En su misterio, en su evangelio, en su palabra, en su vida, en su persona, en su mensaje. 

Si entre mis buenos lectores hay alguien que aún no ha respondido a esta pregunta. Si alguno que le dá lo mismo saber quién es Jesús o ignorarlo para el resto de su vida. Si hay alguno que tal pregunta o tal respuesta le trae sin cuidado. Pues déjeme decirle, sin exagerar, que tal señor o tal señora aún no han comenzado a vivir. Su vivir es vegetar. Pues si Cristo es lo que él dijo de sí mismo y entre otras cosas él dijo, que él es la vida. Si Cristo es lo que vieron y dijeron de él sus discípulos. Creo que ser persona humana, que ser hombre hoy, mujer, en nuestros días es algo bastante diferente y muy distinto de lo que nos imaginamos. 

Desconocer a Cristo, pasar indiferente ante este personaje de la historia, es algo que nos cierra toda posibilidad de vivir plenamente. Podríamos recorrer la historia y hacer desfilar a los grandes personajes de la misma. De todos modos nos daríamos cuenta que su vida y sus hazañas en nada cambia el sentido de su vida. 

Podría discutirse si fue Colón u otro quien descubrió a América. Se podría negar que Washington fue el primer Presidente de los Estados Unidos. O se podría cuestionar si Carlos V, además de ser Emperador de Alemania, de España, también lo fue de Rusia. Nada de esto tiene que ver con mi salvación. Nada de esto moverá a ningún ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor, para marcharse a evangelizar al corazón del Amazonas o a aldea más remota del África.

Luego conocer quién es Cristo, qué motiva a estos heroísmos, es descubrir, tal vez, el secreto de cómo vivir de verdad.

Tengan todos mucha paz y mucho bien.