La loca de San Antonio
Autor: María del Carmen Torres Núñez



Todos en el pueblo la conocían como "la loca de San Antonio", pues así se llama el pueblo donde ella vivía ; nadie supo en realidad como se llamaba.
 
Era una mujer alta y delgada, como si su esqueleto estuviera forrado de escamas, su piel se veía gris y agrietada. Su cabello largo parecía una enredadera que cubría su rostro que era como una flor marchita y seca.

Parecía la muerte vagando al azar por todo el pueblo; lo único que cargaba en su mano derecha era un bastón despintado que se encontró en un basurero. Desde que lo lleva en su mano se sentía muy valerosa como Juana de Arco con su espada. Pues todos los días tenía que defenderse de los niños malcriados que la apedreaban para hacerla enojar y ella los correteaba sin poderlos alcanzar.

Habían hombres que le decían piropos burlescos y ella muy ingenua se los creía, empezaba a caminar con mucho garvo todo su esqueleto y se alzaba la falda para presumir sus piernas huesudas que estaban cubiertas de llagas.

Sólo las moscas se le acercaban. Unos le tenían miedo por su aspecto fúnebre, otros decían que tenía un demonio y hasta la llevaron con el cura del pueblo para que le sacara el demonio que supuestamente tenía, pero la pobre loca todo lo que hizo fue tomarse el agua bendita porque tenía mucha sed ese día. Otros murmuraban entre si que la loca estaba así porque la dejó su amante por otra, otros decían que perdió a sus hijos; en fin la pobre loca cargaba ya una leyenda estando viva.

Una mañana cuando ella despertó de su banca, lo primero que vio fue a un hombre con cabello rizado y canoso sentado en el suelo, muy cerca de ella, pintando en su lienzo la Catedral de San Fernando que estaba frente a ellos. La loca, curiosa, se acercó lentamente y sin decir algo se sentó a un lado del pintor. El al verla le sonrió, y la saludó con un simple: "hola". Tenía acento extranjero en su saludo. La loca se le quedaba viendo sin decir nada. El pintor saca su caja de cigarrillos y se pone a fumar, y ahí es cuando la loca se decide a hablar:

"¿Me das un cigarro? -nunca he fumado uno entero, solo fumo los que me encuentro tirados en la calle".

El pintor le regala la cajetilla entera para ver si la loca se iba, ya que
tenía que terminar de pintar en su lienzo la Catedral ese día. Pero ella no
se iba, muy calmada observaba su pintura, y ella le volvió a preguntar:

"¿Quieres ser mi amigo?".

El pintor medio fastidiado no sabía que contestarle, quería estar solo para terminar su trabajo, y esta loca lo estaba interrumpiendo.

"te voy a presentar a tu mejor amigo" -dijo el pintor.

Se levanta del suelo y la lleva dentro de la Catedral y le dice:

¿"ves aquél que está en la Cruz?; ese Señor va ser tu mejor amigo, cuando baje de la Cruz va a venir a saludarte, así que aquí siéntate calmadita y espera".

El pintor se va satisfecho de haber logrado deshacerse de la loca, por fin podía terminar tranquilo su pintura.

La loca se quedó muy quieta observando al Señor de la Cruz, esperando que bajara de allí. Las horas pasaron y nada sucedía, hasta una siesta durmió allí. Despertó cuando escuchó que gente entraba  para la hora de la Misa, la gente curiosa se quedaba viendo a la loca con asco y nadie se sentaba cerca de ella por que despedía un olor desagradable.

Al llegar el momento de la comunión, ella vio que muchas personas se levantaron a hacer fila, vio que el cura estaba dando de comer algo en la boca de los que se le acercaban, sin vacilar se levantó a seguir a los demás, pues tenía hambre, en todo el día no había probado un bocado, cuando llegó su turno, el cura se le quedó mirando y  le preguntó muy despacito":

"¿Te confesaste hija?"

y ella sin saber de que se trataba le dijo que "si".

Cuando probó la hostia le gustó el sabor de ese pan delgadito, pero pensó:

"con esto no me voy a llenar", y se fue nuevamente al lugar donde el pintor le dijo que se quedara.

Al siguiente día el pintor muy orgulloso estaba admirando su obra de arte que por fin había terminado. En eso se escuchan unos gritos dentro de la Catedral y varios van a ver que sucedía.

Uno grita:

"¡la loca se murió! por fin ya no habrá nadie que nos moleste!"

El pintor corre a ver que sucedía y cual va siendo su sorpresa  que la loca está muerta en los pies del crucifijo. El se acerca lentamente hacia ella y le destapa su rostro de su cabellera. La cara mugrienta de ella se quedó sellada con una sonrisa El pintor se inclinó hacia ella y le postró un  beso en la frente . La gente entre ellos empezaron a murmurar: "de seguro que éste es el amante de su locura". El pintor se persignó y se marchó, con lágrimas en sus ojos, del pueblo.

Llegó la Navidad y todo el pueblo de San Antonio se vistió con sus mejores galas para asistir a la Misa de Gallo que se acostumbra a la media noche.
Al terminar la misa, el cura le dice a sus feligreses:

"Nos acaban de mandar un regalo muy exclusivo desde Italia, viene de parte deun pintor muy famoso Italiano, será un orgullo para todos nosotros colocar esta pintura en nuestra Catedral de San Fernando"

Cuando el cura abrió el regalo enfrente de todo el pueblo, cual va siendo la sorpresa de todos:

La pintura era la Catedral de San Fernando y en la entrada de la puerta
estaba pintada la loca sonriendo angelicalmente; y había una nota que decía:

"HE AQUÍ LA DONCELLA DEL SEÑOR QUE ES LA ÚNICA DIGNA DE ENTRAR A ESTE TEMPLO"