La visita

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Llega una visita. No es una de las visitas acostumbradas.
Él, Aquel que ha edificado mi casa interior está ahora ante mí. Es en esa misma casa donde hoy quiere encontrarse conmigo. Golpea la puerta muy despacio, sin llamar la atención. Abro. No es la primera vez que me visita.

Lo atiendo en la primera habitación. Es un living amueblado con buen gusto y que mantengo siempre en orden. Sin embargo, El dice : -“Esta vez quisiera pasar un poco más adentro, quisiera entrar verdaderamente en el interior de tu casa”. La idea no me entusiasma en absoluto.

“Señor, es que en la otra habitación todavía no hice orden, hay cosas fuera de lugar. Tal vez podrías esperar hasta...”.
“Puedo ayudarte a ordenar”, es su respuesta.

Lo llevo a un recinto donde tengo todo amontonado. Una pila de cosas espera bajo un letrero que dice : “SIN ASIMILAR “.

Me disculpo : -“Es que se acumulan día tras día y no alcanzo a ordenar todo yo solo” - “¿Y qué tenéis aquí ? - me interroga señalando el cúmulo de impresiones que me han dejado las horas que últimamente pasé frente a la televisión.
-“Bueno... es que necesito algunos momentos de expansión ; eso lo sabes, Señor. Es para reanimarme” - “Dame todo eso y Yo te daré lo que necesitas.”

Hablamos entonces de muchas otras cosas que también están allí amontonadas.

Mientras conversamos me voy dando cuenta que en realidad no hay un “porqué” válido que justifique el haberlas acumulado. Se las entrego. Y cuanto más les doy, más libre me siento.

Algunos instantes después me sorprende con un nuevo pedido -“Ahora, vamos al sótano. Allí, donde tienes ese viejo baúl”. -“No, allí no !” - El pedido me estremece. “Hace mucho tiempo que no he vuelto a bajar al sótano”. -“Yo te acompaño. Bajemos”.
Nos paramos delante del baúl y siento que me falta el ánimo para abrirlo. Intento una excusa : “Señor, tú sabes...” - “Sí” - me responde- “sé que aquí guardas tus justificaciones y tus reservas. Conozco bien lo que tienes aquí ; excusas que hasta utilizas frente a Mí ; reservas que te atan cuando quiero atraerte hacia Mi Persona. Mira, también esto otro lo conozco : son envoltorios tras los que escondes tus faltas para que nadie las vea... Ni tu mismo”.

-“Señor, vámonos ya”. -Se lo pido pues diviso, ocultas en el fondo del baúl, las experiencias más negativas de mis últimos años. Había intentado olvidarlas escondiéndolas allí.
-“Dame todo -me responde- el pasado, tus límites, tus faltas. ¡Regálamelos !”.
“Cómo podría regalarte semejante cosa”. “Sólo podré estar cerca de tí si me regalas esas cosas, si me permites penetrar en estos recintos de tu casa. Dame todo y entonces te regalaré todo”.

Fui dándole todo, cosa por cosa, aún aquello a lo que estaba aferrado...