El capellán

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Un capellán, cuentan, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla  y le preguntó: - ¿Quieres que te lea la Biblia?

- Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.

El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no  había más agua en kilómetros a la redonda.

- ¿Ahora?, preguntó de nuevo.

- Primero dame de comer, suplicó el herido.

El capellán le dió el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.

- Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su  abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado.

- Ahora sí, le dijo al capellán. Habla de ese Dios que te hizo darme tu última  agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.