El Coral

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos

 

El otro día, caminando junto al mar por la playa, me di cuenta como el oleaje del mar dejaba entre la arena de la playa algo que me llamó la atención. Parecían piedras, pero eran corales, sin vida, ya calcificados, pero bellos y variados. Todos blancos, aunque todos traían el grito de la vida que las dio en sus diminutos poros y filamentos. Las había en forma de cráneo humano, de flores, de estrellas. Otros semejaban una zeta, una planta, la rama de una mata, o el bello de una mano.Ninguna otra criatura ha hecho posible que la Madre Naturaleza sea más bella y más variada como el coral. Ese pequeño animalito ciertamente ha ido cambiando a través de millones de años el rostro de la tierra. El coral es un animalito marino que semeja una planta, pero no lo es. Para vivir y crecer necesita arraigarse, fijarse en una roca y allí, inmóvil y silencioso, acunado por el oleaje del mar, el coral crece, se alimenta, y vive en comunidad, unido a otros corales hasta que muere. La muerte lo calcifica y le ayuda a identificarse totalmente con los que ya han muerto.Así, de sencillo y de misterioso, combinando la vida y la muerte, se forman los arrecifes de coral. Estos que en inglés se llaman "coral reef" son unas lindas islas que surgen debajo del mar llenas de vida y de belleza. Es el arrecife donde hay una mezcla de todo. Entre rocas y algas surgen y viven corales, esponjas, estrellas de mar, y otras muchas criaturas. Allí viven y allí mueren.Esos trozos de coral que recogemos en las playas son, muchas veces, el esqueleto del animal que sigue viviendo en el mar. Ese esqueleto le sirve de apoyo y, tal ves, un fuerte oleaje le desprendió del coral y le lanzó a la playa. Este esqueleto es solo un pálido reflejo de toda la vida que hay allá en el arrecife.A conocer esto, pensé en la vida y pensé en la muerte. Nuestro cuerpo se compone de huesos y carne, pero animándolo todo está la vida, el alma, el espíritu, toda nuestra persona. La muerte ciertamente destruye nuestro cuerpo. De él solo quedará un pequeño rastro recuerdo. Son los huesos, las cenizas, parte del esqueleto. Son los restos mortales a los que respetamos y los que damos cristiana sepultura. Pienso que estos restos son como un trozo del coral humano. Son signo y grito de una vida que dejó de ser parte del arrecife del mundo y ahora ya disfruta de la belleza y del misterio del arrecife del cielo.Lo externo del ser humano es solo un pálido reflejo de toda la belleza, de toda la grandeza de esa misma vida. Es como un pequeño esqueleto de coral que oculta toda la vitalidad, todo el colorido que dejó allá en el arrecife. Para muchos, la vida es una rotunda, es una rutina, es monocolora, es monótona. A veces el ajetreo del mar de cada día nos parrandea. Otras veces o, mejor, siempre hay un golpe, el accidente inesperado de la muerte que corta nuestra vida y nuestros planes.Para los humanos, la muerte siempre resulta inesperada, inoportuna, y accidental. Y la verdad es que la muerte es siempre segura y esencial a la vida. Es la hora suprema de la verdad. Lo externo y aparente del ser humano, eso poco que vemos o conocemos de él, siempre oculta la grandeza de una vida que salió de Dios y que va a regresar a Él.Somos uno mas que tenía que ceder el paso a los que viven detrás, es lo que piensen algunos. Pero para Dios somos sus criaturas, salidas de Sus manos, que estamos llamados a regresar hasta Él.Toda la vida del arrecife de corales está envuelta en un ambiente de solidaridad. Por ejemplo, las algas que están junto al coral le proveen de oxígeno y le ayudan a respirar. Al mismo tiempo, estas algas sirven de aglutinante para unir todos los miembros de la misma colonia. Cuando el coral muere, se convierte en ladrillo, o la piedra, que va construyendo el edificio del arrecife, y las algas son el cemento, la argamasa, que definitivamente une un coral con otro al tiempo que se van petrificando.Muchos piensan que la muerte se encarga de convertirnos en ladrillos, o en hilos, insignificantes que van formando el entramado de la historia del pasado, de los que fueron, y de los que, muchos, apenas ya se acuerdan. Sería una pena no prestar atención a la vida humana como voz y llamado de Dios, pensando precisamente hoy en este animalito marino llamado coral.Dios es la Roca a la que tenemos que agarrarnos. Lo dice Pablo en la primera de los Corintios, capítulo 10, "y la Roca era Cristo." Sin este apoyo, sin Cristo, no podemos vivir, ni crecer, ni dar frutos. O dirá Jesús también, "Sin Mí, nada podrán hacer." Somos igual que el coral que, para vivir, necesita de una roca donde apoyarse. Por otro lado, Dios nos abastece de aire, de sol, de espíritu, de vida, como esas algas que proveen de oxígeno al coral. Y también Dios, no tanto como alga marina, sino como Padre providencial, nos mantiene unidos en familia y en colonia, a todos los corales humanos.Como eso de morir es seguro, es inevitable, también un día cualquiera, un día cualquiera de nuestra vida, nuestro paso por el arrecife del mundo terminará. Pero todo lo que hayamos hecho positivo y con amor, eso será un ladrillo, un vitral, un altar, una columna, una puerta, o una ventana. En definitiva, una piedra viva en la gran catedral de la historia humana o del plan de Dios. Nos lo dice también la Escritura, San Pablo en su carta a los Efesios, el capítulo 2, verso 19. Nuestros huesos quedarán en la tierra como un reflejo pálido y borroso de lo que fue y, sobretodo, de lo que es nuestra vida en este misterioso arrecife del cielo, donde todo es belleza.Así que, cuando caminen por la playa y vean esas especie de piedrecitas blancas en tantas formas y con tantas figuras que ya no tienen vida, piensen que es el esqueleto del coral. Pero sobre todo, piensen en esta comparación que les presenté hoy de la vida y de la muerte.

 

Que tengan todos mucha paz y mucho bien.