Los héroes son así

Autor: P. Llorente, misionero del Círculo Polar

 

 

Jueves Santo de 1939. Polo Norte.
La tormenta de esta mañana es tal vez peor que todas las demás hasta aquí sufridas. Más de 40 grados bajo cero.
Arreglo el altar para la Santa Misa. Una vez más, la celebraré solo. ¿Quién se atrevería a salir con esta tempestad? Estoy pensando en esta dura realidad cuando antes de empezar a revestirme, oigo ruidos extraños en la puerta.
La abro y veo que entra algo blanco y arrollado que se mueve, me habla y me desconcierta. Es una esquimala de cincuenta años, totalmente cubierta de nieve y agua, que me dice simplemente: "Yo Padre no pude resistirme y me eché a la calle y vine, porque no quería perder la Sagrada Comunión este día".
Se puso muy triste al comprobar que era ella la única en venir a la Sta. Misa el Jueves Santo.

Todo por recibir a Jesús.
Mientras se sacude y llena de nieve el pavimento que yo barro con la escoba, la mujer me cuenta en una mezcla de idiomas sus peripecias que entendí así: "Me he extraviado muchas veces por el camino; y creí morir en algún ventisquero; pero me encomendé a Dios, y luego torcí el camino y no sé cómo de repente me encontré a la puerta de la Iglesia..."
Yo escuchaba todo esto mitad asombrado mitad emocionado, al ver una fe tan sincera que me avergonzaba y que sin duda, llenaba de alegría los cielos.
Terminada la Santa Misa, quise invitarla a tomar una taza de té o de café que la confortara para regresar a su casa en medio de la ventisca; pero salió, cerrando rápidamente la puerta para que no entrara nieve. La pobre mujer trepó por el muro de nieve; pero cayó y el viento la arrastró unos pasos. Volvió a gatear muro arriba, ya toda blanca, y la perdí de vista. Todo por comulgar.
Así son los Custodios del Sagrario:
Todo los aguantan.
Todo lo esperan.
Porque ¡aman a Jesús!