Los pecados de un hombre en acción

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Creerse indispensable a DIOS.
No orar bastante.
Perder el contacto con DIOS.

Andar demasiado a prisa.
Querer ir más ligero que DIOS.
Pactar, aunque sea ligeramente,
con el mal para tener éxito.

No darse entero.
Y preferirse a la Iglesia.
Estimarse en más
que la obra que hay que realizar,
o buscarse en la acción.
Trabajar para sí mismo.
Buscar su gloria.

Enorgullecerse.
Dejarse abatir por el fracaso.
Nublarse ante las dificultades.
Emprender demasiado.
Ceder a sus impulsos naturales,
a sus prisas inconsideradas u orgullosas.
Cesar de controlarse.
Apartarse de sus principios.

Trabajar por hacer apologética
y no por amor.
Hacer del apostolado un negocio,
aunque sea espiritual.

No esforzarse por tener una visión
lo más amplia posible.
No retroceder para ver el conjunto.
No tener cuenta del contexto del problema.

Trabajar sin miedo.
Improvisar por principio.
No prevenir.
No acabar.
Racionalizar con exceso.
Ser titubeante,
o ahogarse en los detalles.
Querer siempre tener la razón.
Mandarlo todo.
No ser disciplinado.

Evadirse de las tareas pequeñas.
No respetar a los demás,
no dejarles iniciativas,
no darles responsabilidades.
Ser duro para sus asociados
y para sus jefes.

Despreciar a los pequeños,
a los humildes
y a los menos dotados.
No tener gratitud.

Ser sectario.
No ser acogedor.
No amar a sus enemigos.
Tomar a todo el que se me opone
como si fuese un enemigo.
No aceptar con gusto la contradicción.
Ser demoledor
por una crítica injusta o vana.
Estar habitualmente triste
o de mal humor.
Dejarse ahogar por las preocupaciones del
dinero. No dormir bastante. No comer lo
suficiente. No guardar por imprudencia y sin
razón valedera la plenitud de sus fuerzas y
gracias físicas.