Lucy

Autor: Padre P. Clemente González
Enviado por: Sergio Irizarry

 

"Ya me voy. ¡Vuelvo a casa! Me llevo unas manos vacías, pero un corazón lleno de esperanza". Algo así debió de pensar la pequeña Lucía, el bebé que sólo vivió un día.

Para mí fue un momento muy especial, de esos que se te enredan en las fibras más íntimas del alma. Paseaba por el cementerio. De repente me detuve ante la tumba de este bebé. No me lo podía creer. Había vivido en la tierra escasas horas. Los médicos hicieron todo lo posible. Su situación empeoraba... Su vida duró un día. Su muerte fue prematura. Ahora un frío mármol recordaba su nombre y una única fecha: 11 de mayo de 1995.

Luci llegó a sentirse como todos los demás nacidos. Por momentos vio la luz. Ya no era una extraña en el mundo. Se había convertido en alguien, con nombre y apellidos. Pero sus bracitos, sus deditos todavía informes y débiles no tuvieron la oportunidad de apretujar un osito de peluche. Y la diminuta Luci se nos fue pronto, muy pronto, como un nostálgico atardecer.

Prosiguiendo mi paseo por una de las avenidas, fui observando con detalle los rostros de las personas. Muchos escondían entre sus lágrimas un profundo dolor, una pena casi insufrible o una terrible agonía. Me sentía ahogado en un océano de debilidad. Me preguntaba, como todos los que me rodeaban, si después de esta vida hay algo más. ¿De qué sirven las riquezas? ¿Qué sentido tiene una existencia pobre y afligida? ¿Qué quedará de mí, de estas personas que tanto me quieren, después de cien años?

Luci, sé que me escuchas. Tu vida y esas escasas veinticuatro horas que pasaste en el mundo son muy valiosas. Me has enseñado que morir sólo es morir, que la muerte se acaba; que la misma muerte es una fugitiva. Desde ese momento experimenté una gran tranquilidad que inundó todo mi ser. Comprendí que la vida es una moneda y que sólo vale cuando se "gasta" por los demás. Que lo único importante es "invertir" cada segundo, cada hora, cada día, en algo constructivo para los demás.

Por eso a Lucía, a nuestra querida Luci, se le puede aplicar lo que en su día dijo la Madre Teresa de Calcuta hablando del morir: "La muerte es algo hermoso. Significa una vuelta a casa. Como es natural, nosotros nos sentimos en soledad respecto a la persona que nos deja. Pero el hecho en sí es muy hermoso. Esa persona ha vuelto a casa, con Dios".

Lucía ya está en casa. Ahora conoce todos los secretos. Ha vivido su primer, su último, su único día de vida. La pequeña Luci está con Dios. Está en paz.