Mamita no me mates

Autor: Monseñor Jorge Monastoque Valero 

 

 

 

Mamita, Mamita, desde esta adorable casita en que vivo con todo el cariño del alma te escribo.

 

Recibe esta carta dulce Madrecita como una plegaria, como una oración. Soy alguien que al fondo de tu alma palpita. Alguien, que es pedazo de tu corazón.  

Floreciste Virgen como los rosales y el sol de verano maduró tu cuerpo

y yo como fruto de tus esponsales florecí en tu vientre, como aquel lucero, que brilla en las altas cumbres celestiales como la promesa del mejor Enero.

 

Desde aquí te escribo desde aquí te abrazo, con toda la fuerza vital de mi ser, y soy la semilla de este tu embarazo que quiere en tus brazos de madre nacer.

 

Mi ser es tan frágil como un rayo de Luna. La más leve sombra la puede dañar, todo me hace presentir que en una noche en tu vientre me van a matar.

 

Cuídate Mamita! Esos festivales... y esas trasnochadas... te hacen mucho mal. Todo a mi me daña. A los madrigales los queman los soles de pasión fatal.

 

Cuando yo sea grande y tu seas viejita cubriré de rosas tu camino verde.

Tu serás el cielo y yo la estrellita que en los blancos lirios de tu sien se pierde.

 

Lámpara encendida cerca de tu frente, seré yo en las noches cuando estés enferma: de tus alegrías, yo seré la fuente. Y el que no se canse y el que no se duerma.

 

Y cuando tu sufras y el dolor te hiera, con mis muchos besos secaré tu llanto. Te daré las flores de mi primavera, porque soy el hijo que te quiere tanto.

 

Si tu amor me lleva hasta tus rodillas con mis puros besos besaré tu boca. Y oirás mis gritos y las maravillas que tendrán los tonos de mi risa loca.

 

Pero... no me mates en tu misma entraña. Déjame Mamita, déjame nacer. Retira muy lejos, lo que a mí me daña. Soy como el rocío del amanecer.

 

No soy un extraño.

No soy tu enemigo.

El amor más bello me engendró la vida.

Soy tu propia sangre.

Tu mejor amigo.

Lo que tu cintura tiene florecida.

 

Quizás tus amigos te dirán que ahora destruyo tu vida, rompo tu futuro.

Pero de tu noche, yo seré la aurora y de tus trigales, el trigo maduro.

 

Desde lo profundo de tu ser suspiro vago por tu sangre, corro por tus venas. Por el claro cielo de tus ojos miro y en todo tu cuerpo reviento azucenas.

 

Desde tus entrañas, Madrecita mía. Te escribo esta carta, la escribo llorando. Tu respuesta espero... cuando llegue el día... Pero aunque me mates...

Yo te sigo amando!.