No soy de aquí ni soy de allá

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD   

 

 

Acababa de llegar a Estados Unidos un joven de 20 años. Se mató estrellándose contra un automóvil, mientras huía nervioso después de robar el bolso a una señora. En el funeral el sacerdote dijo: “Nada hicimos por recuperar a nuestro hermano, que era ladrón”.

            Muchos encuentran la muerte buscando la vida.

Debido a las distintas situaciones de pobreza en Latinoamérica y África, la gente opta por “el sueño americano o europeo”. Muchos emigran a países más ricos, tras padecer incertidumbre, antes de emprender la nueva aventura que les llevará a algunos a la muerte y a otros a pasar toda clase de penalidades... Pero nada le importa a la gente que arriesga la vida, que gasta sus ahorros o se endeuda con tal de llegar a la tierra de libertad a costa de lo que sea... 

            El inmigrante es aquel que no es de ningún lugar, o de todos los lugares; no se adapta del todo al lugar nuevo y no acaba de dejar la patria que le vio nacer. No es de aquí ni de allá; es alma inquieta, en movimiento, en permanente búsqueda. Según nos cuenta J. Ramos, en el mundo hay aproximadamente unos 120 millones de personas que viven en un país distinto del que nacieron. Miami es una de las ciudades con más residentes nacidos fuera de Estados Unidos. Según cifras del censo, el 59,7 por ciento de sus habitantes eran inmigrantes en 1990, comparado con el  9,7 por ciento de 1940. Entre 1990 y 2000 llegaron unos 400.000 nuevos inmigrantes en el condado Miami-Dade.

Un símbolo de los inmigrantes fue Eliancito. El caso de “Elián”, el niño balserito, removió toda la problemática y despertó sentimientos distintos y distantes en todas las partes del mundo. El Granma, el periódico oficial de Cuba, anunció en un editorial: “Te liberaremos, Elián, de ese infierno de egoísmo, enajenación, abuso e injusticia, a donde tan brutal e ilegalmente te han conducido. Volverás al seno de tu familia, de tu pueblo y de tu patria, niño símbolo, niño héroe”.

Es indescriptible el sufrimiento y las peripecias que han pasado todos los inmigrantes. Familias destrozadas, divorcios... Todos han tratado de superarse y ayudar a las familias para que los hijos tengan un futuro mejor. Y por el futuro mejor se pierden los más nobles ideales, hasta la propia vida.

No me puedo olvidar de tantas personas que me visitan, golpeados por una vida “sin papeles”, sin trabajo, solos y dejados a la intemperie. “Tengo el alma rota y destrozada, me encuentro sola y abandonada”, eran las palabras de una joven madre. Quedarse aquí, en Estados Unidos, es un futuro incierto, salpicado de dificultades por todas partes. Volver a la tierra de donde se salió, a pesar de que esperan los hijos, no tiene sentido cuando no se respira aire de libertad y no aparece el pan de cada día.

No ha faltado el humor, buen humor o humor macabro, como muestra una hoja que ha circulado por Miami. Una pareja en Cuba queda sorprendida cuando recibe el sarcófago de un familiar fallecido en Estados Unidos. El cadáver quedaba tan apretado que casi tenía la cara tocando la tapa de cristal. Al abrir el sarcófago se halla una carta que decía: “Querida Mami y Papi: Les estoy mandando los restos de tía Juana para su entierro en el cementerio de La Habana. Encontraréis dentro del sarcófago, debajo de tía: 12 latas de atún, 12 botellas de champú, 12 latas de carne enlatada. Divididlo entre la familia como creáis. Tía tiene puesto seis pares de camisetas, una docena de ajustadores, ocho pantalones, seis pares de medias... El reloj suizo que me pedisteis lo tiene tía en la mano izquierda.

P.D. Por favor, conseguidle ropa a tía Juana para el velatorio”.