Para hacer aceptable la oferta, es esencial la pureza y la recta intención
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Cada vez que se ofrece en el Altar Mi Cuerpo, se concede al que lo ofrece -sea el que fuere, Ministro o fiel- un aumento de Gracia y una confirmación en el libro de oro de los futuros bienaventurados. Pero el ofrecerme a Mí mismo al Padre no es tan simple como podría parecer. En efecto, para hacer aceptable la ofrenda es condición esencial la pureza de conciencia y la recta intención.

Si tú quieres, puedes ofrecerme por tí y los demás, procura estar limpio de toda mancha. ¡Cuánto Me honra el alma que, reconociéndose privada de todo bien, Me ofrece al Padre para rebaja de sus pecados y los de los otros. ¡Es un acto de fe, esperanza y caridad al mismo tiempo, acto en el que Soy verdaderamente glorificado por la criatura y por Mi Padre. Por la criatura, porque Me reconoce como su Redentor; por el Padre, porque apreciando infinitamente la ofrenda, Me da el fruto proporcionado a la esperanza que pone en Mi obra de Mediador entre el hombre y Dios.

Alma Mía, has pecado mucho, es verdad, pero ahora todo ha sido perdonado ¿y sabes por qué? Por las ofrendas que has hecho de Mí cuando oyes la Misa y participas con amor de ella. Te He concedido pleno fruto de Mi padecimiento porque has llegado a comprender, con Mi Luz, que es mejor pensar en Mi honor, en Mi Gloria, antes que en tu justificación. Has olvidado en cierto sentido, tus dudas para fijarte en Mi corona de Gloria. Por eso tú piensas en Mí y Yo He pensado en tí...

Jesus

Obtenido: Apostolado de la Nueva Evangelización